05/04/2007, Jueves Santo- Semana Santa – MISA CRISMAL
Isaías 61, 1-3a. 6a. 8b-9, Sal 88, 21-22. 25 y 27, Apocalipsis 1,5-8, san Lucas 4,16-21

Es difícil hacer un comentario al Evangelio durante el triduo Pascual, pues hay días en que tenemos más de uno, y otros ninguno, así que me dedicaré a comentar el sentido del día y, tal vez, algo de la actualidad.

Jueves Santo, aunque en Madrid lo adelantamos unos días, la mañana comienza con la Misa Crismal en la que los sacerdotes, celebrando unidos al Obispo, volvemos ha hacer presente nuestras promesas sacerdotales. Por la tarde todos los sacerdotes de cada parroquia, unidos a todos los fieles, celebramos la Misa de la cena del Señor, esperando hasta acompañar al Señor en la soledad de Getsemaní y en su cautiverio, Es un día intenso, lleno de sentido sacerdotal y de vivir el amor fraterno. En la celebración de la Eucaristía de la tarde llama la atención el gesto del lavatorio de los pies.

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?” Es la pregunta que el Señor hace a los discípulos tras ponerse a hacer de servidor lavándoles los pies. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.” Ese es el sentido del sacerdocio común, servir como Cristo sirve. Y también es el sentido del sacerdocio ministerial: servir como Cristo. En el sacerdocio ordenado no sólo se hacen las cosas como Cristo, sino que es Cristo quien las hace por nosotros. Es difícil de comprender tanto derroche de misericordia, pero Jesús ha querido seguir sirviendo a toda la humanidad a través de los sacerdotes, aunque a veces seamos tan indignos y queramos servirnos de nuestro cargo. A veces, lo vemos muy cercano en estos días, no comprendemos al Señor. Existe cierta tendencia a entender el sacerdocio como servicio a la comunidad, que sería la que diese sentido al ministerio y validase su acción. Así lo estudié yo en algunas clases en el seminario de mi época. Sin embargo el sacerdote no “lava los pies” porque la gente tenga el pie sucio, se pone a los pies de los demás pues es lo que Cristo hace hoy, y lo hace como Cristo. El sacerdote no sirve a la comunidad como “la comunidad quiere ser servida”, sino como Cristo se pone al servicio. Y ese servicio se ejerce para lo que hemos sido capacitados. El sacerdote ordenado como vínculo de unión con el Obispo y la Iglesia Universal, mediante la celebración de los sacramentos, la oración y la caridad pastoral. Algunos me acusarán de sacramentalismo y de reducir la labor del sacerdote a lo cultual, aunque la caridad pastoral abarca toda la vida. Pero ¿no serán los que hacen una reducción del laicado aquellos sacerdotes que quieren ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro y, so capa de algo llamado democratización, usan al laicado como su “longa manus,” olvidando aquello para lo que recibieron la ordenación sacerdotal? Son tiempos confusos, y por eso no son tiempos para ponerse a discutir, sino a servir. Pedro no quería que le lavase el Señor, poco después negó tres veces conocerlo, pero recibió la labor de apacentar el rebaño, aunque no fuese el más capacitado ante nuestros ojos. Hoy tenemos que pedir por los sacerdotes, no para que seamos uniformes, pero si para que demos testimonio de unidad en torno al Obispo y al Papa y sólo así nuestro servicio será eficaz, pues será el servicio de Cristo.

Santa María es la Madre de la Iglesia. A ellas encomiendo a todos los sacerdotes convencido de que, unidos a ella, iremos comprendiendo lo que Dios ha hecho con nosotros.