14/05/2007, Lunes de la 6ª semana de Pascua. San Matías, Apóstol
Hechos de los apóstoles 1,15-17. 20-26, Sal 112,1-2.3-4.5-6.7-8 , san Juan 15, 9-17

Ya ha comenzado en España la campaña electoral para ayuntamientos y Comunidades. Las calles se llenan de carteles con los slogan de los distintos partidos. Todos quieren generar confianza y provocar que les votes. Poco futuro tendría algún candidato que pusiera en sus anuncios: ¡Amadme! Y dentro de su proyecto de campaña estuviese el que todos los ciudadanos le tuviésemos cariño. Tal vez le votase su madre y la tía Úrsula, pero pocos más.

“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.” ¿Se puede mandar amar? Esta misma pregunta ya se la ha hecho el Papa en su Encíclica. Parece que un aspecto inherente al amor es la libertad. Nadie ama por obligación, eso pervierte la misma esencia del amor. Pero entonces, ¿se puede mandar amar?. Desde luego si alguien dijese que ama a Dios y al prójimo exclusivamente por que es un mandamiento y él es muy cumplidor, sería un mentiroso o un falso. Como recuerda el Santo Padre “Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un « mandamiento » externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor.”

En definitiva, el amor no puede imponerse, pero sí puede reconocerse, y la única respuesta posible es responder al amor con amor. Y el amor que Dios nos tiene no es platónico o irreal, el amor de Dios es muy concreto en nuestra historia: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.” Por eso la vida del cristiano no es cumplir una serie de normas o de requisitos de calidad. La vida de cada uno de nosotros, la propia vida de la Iglesia, consiste en ir conociendo el amor que Dios nos tiene, y convertirlo en vida amando a los hermanos.

“Dios nos ha amado primero.” La consecuencia del pecado es cerrar nuestro corazón al amor de Dios, no saber reconocerlo, que se manifiesta hasta en las cosas más pequeñas de cada día. Por eso “es Él el que nos ha elegido.” La acción de la Gracia en el cristiano no son “superpoderes” como si fuésemos unos pequeños “Spíderman.” La acción del Espíritu Santo es ayudarnos a palpar el amor de Dios, descubrirlo hasta en los momentos más cotidianos y, por lo tanto, a que vivamos amando como Dios nos ama.

Por esto la vida del cristiano es bastante sencilla. No se compone de complicadas teorías ni de “recetas” para un comportamiento correcto en cada ocasión. La vida del cristiano consiste en poner en acto el amor de Dios que vamos descubriendo en nuestra vida y, como en el amor humano –que a fin de cuentas es participación del amor divino-, muchas veces es en la renuncia y en el sacrificio donde encuentra su máxima expresión.

A nuestra madre la Virgen no hacía falta que nadie la mandase amar. Ama y por eso lo vive como su primera obligación, gozosa obligación. Pidámosle a ella que nos ayude a palpar en nuestra vida el amor que Dios nos tiene.