17/05/2007, Jueves de la 6ª semana de Pascua
Hechos de los apóstoles 18, 1-8, Sal 97, 1-2ab. 2cd-3ab. 3cd-4, san Juan 16,16-20

Vivir en la misma parroquia tiene muchas ventajas y algunos inconvenientes. Las ventajas es que no te mojas si llueve (aunque en mi caso tengo dos templos y me da lo mismo), y los inconvenientes es que siempre saben dónde encontrarte. Esta es la tercera vez que me siento a escribir este comentario. Siempre que me pongo ante el ordenador suena el teléfono, la puerta, el portero automático de los locales,… es casi matemático. La segunda vez que me sentaba ante este folio en blanco suena el telefonillo. Un niño, de unos siete años, me pregunta: “Padre, cuando comienza hoy la catequesis.” Le explico que la catequesis acabó la semana pasada, que tuvimos la fiesta final (en España acaba el curso escolar en junio), y hasta octubre no había que volver a catequesis. “Es verdad” me responde el niño. Vuelvo al ordenador, releo por quinta vez las lecturas buscando la inspiración y, … vuelve a sonar el telefonillo. Mientras un gruñido me acompaña vuelvo al portero automático y digo con un tono de pocos amigos: ¡qué!. Y la voz del niño me dice: “Padre, que le vaya bien.” Me desarmó. Estos días estoy esperando que alguien me dé motivos para echarle la bronca, y normalmente se la echo a quien menos la merece, pero es como un desahogo, estoy muy cansado del curso. Pero a ese niño sólo pude desearle lo mejor y encomendarlo en ese momento (y ahora, tres llamadas, una Misa, un cursillo prebaustismal y un ensayo de comuniones después). “Que le vaya bien.” A Dios y a nuestra madre la Virgen se lo pido para cada uno de nosotros, asiduos a estos comentarios.
“Pablo se dedicó enteramente a predicar, sosteniendo ante los judíos que Jesús es el Mesías. Como ellos se oponían y respondían con insultos, Pablo se sacudió la ropa y les dijo: – «Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo culpa. En adelante me voy con los gentiles.» Se marcho de allí y se fue a casa de Ticio justo, hombre temeroso de Dios, que vivía al lado de la sinagoga.” Me ha llamado la ayención la expresión de sacudirse la ropa, dan ganas de decir a muchos eso de “vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo la culpa.” Llevo ya unos pocos años de sacerdotes, ni muchos ni pocos, pero creo que soy muy bronco para reconocer las obras de Dios, y hay épocas en que sólo ves lo negativo: Madres que sólo es importa el traje de comunión de su hija, Misas en las que nadie sabe responder, confesiones casi cero, celotipias, protagonismos, olvidos de Dios, blasfemias, groserías, risas, despreocupaciones, intereses,… y uno en medio, metiendo la pata por un lado y por otro, e intentando sacarla siempre, pero siempre equivocándose. Me gustaría que las cosas fueran de otra manera, pero son como son.
“Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.” Rezas esto y te das cuenta que no puedes estar triste, aunque no estés como unas castañuelas. Cada pensamiento triste, cada enfado sin sentido, cada momento dedicado a pensar en uno mismo, tenemos que conseguir que vaya más allá, que se convierta en alegría, pues Dios sabrá por qué hace las cosas, pero seguro que las hace bien.
“Padre, que le vaya bien.” El deseo de un niño se convierte en un aliento de nuestra Mare la Virgen para nunca dedicarse a hacer lo justo, sino un poco más de lo posible, en un aliento del Espíritu Santo para saber que Él sigue ahí.