Comentario Pastoral
ESFORZARSE POR LA SALVACIÓN

La salvación siempre supone esfuerzo, decisión, conversión continua. El Reino que se nos promete es para los valientes, animosos y alentados. Para salvarse no basta con estar inscrito en el registro parroquial, ni haber entrado una vez a la Iglesia por medio del bautismo, sin querer entrar todos los días por la puerta estrecha de la fidelidad al mensaje evangélico y del compromiso personal.
Las puertas de la gracia se abren de par en par, pero son estrechas, pues la oferta de perdón y salvación supone y exige adelgazar en nuestra cobardía y egoísmo. Nuestro verdadero salvoconducto o pasaporte no es aquel que dice: «católico de toda la vida» o «bautizado de niño», sino la hoja de servicios de cada día que con borrones testimonia nuestra actitud personal de conversión y esfuerzo por superar el pecado. . No nos vale decir al Señor que «hemos comido y bebido contigo…», pues este argumento solamente puede significar que hemos conocido a Jesús, pero no hemos transformado nuestra vida bajo las exigencias de su llamada.
Lo más consolador del evangelio de este domingo es que «los últimos serán los primeros». Estamos a tiempo. No hay lugar para el desánimo. Tenemos puesto reservado para sentamos a la mesa en el Reino de Dios, si practicamos la justicia. Lo que importa es avanzar por el camin» estrecho que nos lleva a la salvación.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Como reinar en el cielo no es otra cosa que confundirse de tal modo con Dios y con todos los santos, ángeles y hombres, por el amor, en una sola voluntad, que todos juntos no ejercen más que un sólo y único poder, ama a Dios más que a ti mismo, y comienzas ya a tener lo que allí deseas perfectamente poseer. Ponte de acuerdo con Dios y con los hombres -con tal que éstos no estén en desacuerdo con Dios-, y ya empiezas a reinar con Dios y con todos los santos. Pues en la medida en que estés ahora de acuerdo con la voluntad de Dios y de los hombres, concordarán entonces Dios y todos los santos con tu voluntad. Si quieres, pues, ser rey en el cielo, ama a Dios y a los hombres como debes, merecerás ser lo que deseas.

San Anselmo de Cantorbery, Carta 112


Palabra de Dios:

Isaías 66, 18-21

Sal 116, 1. 2

Hebreos 12, 5-7. 11-13

San Lucas 13, 22-30

Comprender la Palabra

Reiteradamente nos recuerda San Lucas (Lectura del Evangelio) que Jesús va de camino a Jerusalén, donde tendrá lugar el Acontecimiento de la Muerte-Resurrección-Ascensión Gloriosa del Señor. Este Acontecimiento es el foco luminoso. que ilumina, da sentido, finaliza, todo el Ministerio Mesiánico de Jesús.

«Uno le preguntó: Señor, ¿serán pocos los que se salven?» La pregunta tiene su intención; pretende el que pregunta que Jesús responda afirmativamente; que sólo los judíos se salven.

La respuesta de Jesús es lodo lo que sigue a continuación. Pero, como en otras ocasiones, va al fondo de la cuestión.

La salvación, que es don de Dios, requiere sin embargo «esforzarse por entrar por la puerta estrecha». Ciertamente la tarea de la salvación en este mundo, en este tiempo, tiene su plazo, Llegará un momento en que «el amo de la casa se levante (del Banquete) y cierre la puerta». Las palabras conminatorias a los que se queden fuera no son una profecía. En manera alguna quiere dar a entender el Señor que inexorablemente serán muchos los que se condenen. Las palabras del Señor sí son una advertencia seria a vivir en incesante conversión, exigiéndonos, esforzándonos. Tengamos en cuenta la dureza de corazón de los oyentes de Jesús (de entonces y de ahora).

Contrasta, no obstante, la severidad de las palabras del Señor con el anuncio profético que escuchamos a continuación: “Y vendrán de Oriente y Occidente.,.y se sentarán a la mesa del Reino de Dios», El Reino (proyecto) de Dios plenamente realizado, simbolizado en el Banquete, signo de comunión vital con Dios.

En el fondo de este anuncio profético, que no contradice la severa advertencia del Señor, resuenan las palabras del Profeta Isaías (lª Lectura): «Yo vendré -dice el Señor- para reunir a las naciones de toda lengua… de entre ellos escogeré sacerdotes y levitas».

Concluye la Lectura del Evangelio con estas palabras, llenas de sentido: “Mirad, hay últimos (los pueblos de toda raza, lengua, nación) que serán primeros y primeros (el Pueblo de Israel) que serán últimos».


Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Participamos con las posturas corporales (I)


Nos ponemos de pie, siempre que recitamos juntos; cuando el que preside ora en voz alta en nombre de Cristo y de la Iglesia; principalmente durante la Plegaria Eucarística. En la Última Cena Jesús pronunció (cantó) la Plegaria Eucarística sobre el Cáliz, poniéndose de pie, El y los demás comensales, como era costumbre. Es el momento culminante de la Cena Pascual: la Tercera Copa, «el Cáliz de Bendición que bendecimos, como observa San Pablo.

La postura de pie es la normal de la comunidad cristiana orante, que mantiene y alienta y hace suya la plegaria del que ora en nombre de todos con las manos extendidas.


Avelino Cayón




al ritmo de la semana


Martirio de San Juan Bautista – 29 Agosto

La memoria del martirio de Juan Bautista, precursor del Señor, se remonta a la dedicación de una cripta en Sebaste, Samaría, donde se veneraba su cabeza ya a mediados del siglo IV. Tal veneración estaba presente en Jerusalén, y en todas las iglesias de Oriente en el siglo VI, y en el VlI en Roma, con el título de «degollación de san Juan Evangelista». El relato de esta decapitación, realizada en la fortaleza de Maqueronte, a oriente del mar Muerto, a donde Herodes Agripa se retiraba de vacaciones, se lo hicieron saber a Jesús verbalmente Juan y Andrés, discípulos del Bautista. Fue condenado a muerte para saciar el deseo de venganza de Herodías, mujer de Herodes Agripa, tras la danza de Salomé.

Juan Bautista, asceta y mártir, padre de los monjes y de cuantos luchan hasta derramar su sangre por Cristo, realizó en su persona dos estilos de santidad. Su nacimiento, el 24 de junio, y su evocación en Adviento, próxima a la Navidad, es como un anuncio de la salvación, ante la que da un salto de alegría. Su martirio manifiesta la calidad del alma del profeta y la plenitud de su respuesta a la llamada de Dios. «Él saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. Él bautizó en el Jordán al autor del Bautismo, y el agua viva tiene desde entonces, poder de salvación para los hombres. y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo» (Prefacio).



J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
Santa Mónica (331-387), madre de San Agustín y ejemplo de esposa y madre cristiana.

I Tesalonicenses 1, 1.5.8b.10 Abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para vivir aguardando la vuelta de su Hijo, a quien ha resucitado.

Mateo 23,13.22. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!

Martes 3:
San Agustín (354-430), obispo de Hipona, doctor, figura cumbre por sus sermones y escritos.

I Tesalonicenses 2,1-8. Deseábamos entregaras no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas.

Mateo 23,23.26. Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.

Miércoles 3:
El Martirio de San Juan Evangelista. Juan, el precursor, derramando su sangre, dio testimonio de que Jesús es el Cristo, el Mesías por él anunciado y esperado.

Jeremías 1,17-18. Diles lo que yo te mando. No les tengas miedo.

Marcos 6,17-19. Quiero que me des en una bandeja ahora mismo la cabeza de Juan, el Bautista.

Jueves 3:



1 Tesalonicenses 3,7-13. Que el Señor os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos.

Mateo 24,42-51. Estad preparados.

Viernes 3:


1 Tesalonicenses 4,1-8. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada.

Mateo 25,1-13. Que llega el esposo, salid a recibirle.


Sábado 3:


1 Tesalonicenses 4,9-11. Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros.

Mateo 25,14-30. Has sido fiel en lo