Comentario Pastoral
LA VERDADERA HUMILDAD

¡Qué oportuno es el evangelio de este domingo! Los hombres buscamos siempre sobresalir para ser invitados y tenidos en cuenta, nos parecemos a los fariseos del tiempo de Jesús que apetecían honras exteriores y soñaban con destacarse de la plebe. El egoísmo puede cegamos de soberbia e impedimos ver a los que son mas signos. La autojustificación y la arrogancia nunca son buenas consejeras.

Los fariseos (¿nosotros?) se ponían en los primeros puestos de los banquetes para mirar, observar, pasar revista, descalificar a los demás. Se convertían en jueces creyendo que así no eran juzgados. Cuántas veces las cenas y comidas son mentideros y ocasiones que menosprecian a los inferiores socialmente y que rompen la convivencia e igualdad de todos. Los que somos invitados por Cristo a su mesa deberíamos poseer la virtud del núltimo puesto», que nos hace reconocer sinceramente que nuestro «curriculum vitae» no es notable, incluso contradictorio. Ante Dios no valen pretensiones ni suficiencias, sino coherencia y humildad. La invitación nos llega no por merecimientos humanos, sino por gracia.

La humildad cristiana no consiste en cabezas bajas y en cuellos torcidos, sino en reconocer que debemos doblegar el corazón por el arrepentimiento, para que nuestra fe no sea pobre, nuestra esperanza coja y nuestro amor ciego.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Realmente, hermanos, no puede subsistir en nosotros la humildad si no se nutre de un saludable temor, ni la obediencia si no la hace amable el espíritu de piedad, ni la justicia si no está imbuída de la ciencia espiritual, ni la paciencia si no es sostenida por el espíritu de fortaleza, ni la misericordia si no va alimentada por el don de consejo, ni la pureza de corazón si no es conservada por la sabiduría. Todas estas virtudes se encuentran, y plenamente, en Cristo, en el que el bien no se halla parcialmente, si no en toda su plenitud.

Beato Elredo de Rievaulx,
Sermón en la anunciación del Señor.


Palabra de Dios:

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29

Sal 67, 4-5ac. 6-7ab. 10-11

Hebreos 12, 18-19. 22-24a

San Lucas 14, 1. 7-14

Comprender la Palabra

En la lectura semicontínua, que venimos haciendo del Evangelio según San Lucas (Lectura del Evangelio), escuchamos hoy dos advertencias de Jesús con ocasión de ser invitado a un banquete. No debían serie muy gratos a Jesús los banquetes, a los que asistía, pues -observa el Evangelista- «los comensales le estaban espiando «. Y el Señor no desperdició la ocasión de darles dos consejos oportunos, aparentemente de buena educación; «para quedar bien «, ante los comensales, el primero; y e/ segundo, sobre el desprendimiento y la generosidad para quedar bien ante Días («Dichoso tú, porque no pueden pagarte, te pagarán, cuando resuciten los justos »).

Pero hay algo más que buena educación en el primer consejo. En el fondo el Señor se nos dice, nos dice cuál es la actitud fundamental, que da sentido a su vida, a su ministerio Mesiánico: El es el que ha optado por «sentarse en e! último puesto», es decir, ha optado por «ser el último, el servidor de todos». El es «el Servidor de Dios «, profetizado en los poemas del Libro de Isaías; El es «el Hijo del hombre, que ha venido, no a ser servido, sino a servir y dar la vida en rescate por muchos». Y por tanto El es a quien el Padre «ha subido más arriba»; el que se humilló (anonadó) hasta la muerte de cruz y ha sido exaltado sobre todo.

También en el consejo, que Jesús dirige al que lo invita, se nos dice. Recordemos la generosidad, la sobreabundancia, en la Boda de Caná, en las multiplicaciones de pan y peces; recordemos la Parábola de los Invitados al Banquete de boda; recordemos sobre todo la Institución del Banquete Eucarístico, anticipo del Banquete Glorioso.

En el fondo de uno y otro consejos de Jesús resuenan las palabras del Autor del Libro del Eclesiástico (1ª Lectura): «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad…hazte pequeño…y alcanzarás el favor de Dios».

Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Participamos con las posturas corporales (II)


Comulgamos de pie. Nunca se ha comulgado sentados. La postura de rodillas en el momento de comulgar, que se introdujo en los últimos siglos, no está indicada a partir de la Reforma de la Misa promovida por el Concilio. Comulgamos de pie en señal de respeto. La comunión con el Cáliz en la Última Cena de Jesús con los Apóstoles fue de pie. Más aún, desde los orígenes se comulga procesionalmente: procediendo cada uno desde su sitio hasta la Mesa-Altar.

En el opúsculo denominado La Didajé (la Enseñanza) de principios de siglo 11º, encontramos una velada descripción de la Misa en aquellos tiempos. Y el sacerdote que preside invita, en el momento de la Comunión, diciendo: «El que sea santo (bautizado y con las disposición debidas) que se acerque».


Avelino Cayón

al ritmo de la semana


Natividad de Nuestra Señora – 8 de Septiembre

La Natividad de Nuestra Señora es «esperanza para todo el mundo y aurora de la salvación» (Marialis Cultus 7). Parece que esta fiesta surge en el siglo V en Jerusalén, con motivo de la dedicación de la iglesia construída sobre el presunto lugar del nacimiento de la Virgen, cerca de la piscina de Betesda, donde Jesús curó al paralítico. En el siglo XII se convirtió esta iglesia en la llamada Basílica de Santa Ana.

«Venid todos, celebremos con alegría el nacimiento de la alegría del mundo entero! Hoy se ha formado en la tierra, partiendo de la naturaleza terrena, un nuevo cielo. Hoy da comienzo para el mundo la salvación» (San Juan Damasceno). De origen oriental esta fiesta pasó en el siglo VII a Occidente junto con otras tres fiestas: Anunciación, Purificación y Dormición de la Virgen. Sólo de tres personas celebra la Iglesia su nacimiento: Jesús, María y Juan Bautista. Para los demás el día del verdadero nacimiento a la vida divina es el de su muerte.

La liturgia bizantina canta: «Este es el preludio de la alegría universal. En él han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación». Se ve nacer en María la aurora de Cristo, la carne limpia que concebirá por obra del Espíritu Santo, la tierra nueva donde Dios pondrá su tienda, su morada, su presencia. «Celebremos con alegría el nacimiento de María, la Virgen, de ella salió el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios» (Antífona de entrada). «Que se alegre la Iglesia… y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación» (Oración después de la comunión).


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
San Gregario Magno (540-604), prefecto de Roma, diácono, nuncio apostólico, teólogo, papa.

1 Tesalonicenses 4,13-18. A los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.

Lucas 4,16-30. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres… Ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Martes 3:

1 Tesalonicenses 5,1-6.9-11. Murió por nosotros para que vivamos con él.

Lucas 4,31-37. Sé quién eres: el Santo de Dios. La carta de san Pablo a los Colosenses es un himno a Cristo, el Señor, nuestro único Mediador, que nos ha sacado de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino. De la redención de Cristo ha de derivarse toda nuestra vida santa, fundamentada en el amor fraterno.

Miércoles 3:

Colosenses 1,1-8. El mensaje de la verdad ha 1Jegado a vosotros y al mundo entero.

Lucas 4,38-44. También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado.

Jueves 3:

Colosenses 1,9-14. Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.

Lucas 5,1-11. Dejándolo todo, lo siguieron.

Viernes 3:


Colosenses 1,15-20. Todo fue creado por él y para él.

Lucas 5,32-38. Llegará el día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.

Sábado 3:
Natividad de la Santísima Virgen. El nacimiento de María prepara la encarnación. Ella es virgen generosa y madre fecunda.

Miqueas 5, 1-4a. El tiempo en que la madre dé a luz.

Romanos 8,28-30. Desbordo de gozo en el Señor.

Mateo 1,1-16.18-23. La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.