Am 8, 4-7; Sal 112; 1Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13

La actualidad española está llena de estafadores tontos como un cubo: cuando se ven sorprendidos, pierden los nervios, acusan a diestro y siniestro, patalean, se deprimen, «tiran de la manta», se vuelven contra su acusador… Nada de eso hizo el administrador infiel de la parábola. Fue frío y calculador, señor de sí. Trazó un plan en tres tiempos: el primero, mirar hacia delante; «en este trabajo me quedan cuatro días, mientras de vida me quedan muchos años». El segundo, hacer recuento de sus posibilidades presentes: «durante los días que me quedan, aún puedo disponer de los bienes de mi amo». El tercero es su «golpe maestro». Cualquier idiota hubiera aprovechado para fugarse con el botín; lo hubieran atrapado y su vida estaría perdida. Él, sin embargo, no piensa así: «empleemos durante estos días los bienes de mi amo de forma que mi futuro quede asegurado». Por eso los emplea en ganar amigos que lo reciban tras su despido.

«Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz». Echa un vistazo al mundo: En la política: ¿queda algún gobernante católico? En la cultura: ¿dónde están los intelectuales católicos, los investigadores católicos, los periodistas católicos? No me digas dónde, que me puede entrar la risa floja. En la economía: ¿Dónde están los empresarios católicos, los banqueros católicos, los financieros católicos?… Te lo diré en breves palabras: tenemos la eternidad, pero nos han robado el mundo. Hay que aprender, y con urgencia, del administrador infiel.

Recuerda, en tres tiempos: primero, mirar hacia delante; la Resurrección de Cristo ha abierto para nosotros las puertas del cielo. En esta tierra estaremos pocos años, mientras la eternidad es para siempre. El segundo, hacer recuento, poner la vista en los bienes terrenos: la política, la economía, la cultura… Durante el tiempo que pases aquí, estudia a fondo, trabaja a fondo, gana dinero (¡sin miedo!). Tercero, abraza todas las posibilidades que esta vida te ofrece, y entrega el mundo, con sus bienes, en manos de la eternidad: estudia para Cristo y para tus hermanos; trabaja para Cristo y para tus hermanos; gana dinero para Cristo y para tus hermanos (mientras tanto, vive tú con sencillez)… ¿Acaso no ves que, por mediocridad y desidia, hemos entregado este mundo en manos del enemigo? Y Jesús, que ha venido a la tierra como Ladrón, no se conforma con quitarle al Demonio las almas. Quiere también quitarle los bienes temporales y reinar sobre esta tierra. Sobre todo, quiere quitarle la que fue su primera ganancia: la astucia, esa virtud de la serpiente que Satanás convirtió en pecado. Sí; Jesús quiere cristianos astutos, no palomas bobas que pasen el día meditando cosas bonitas mientras les roban el mundo.

Que la Santísima Virgen nos despierte en este luminoso domingo. No somos los perdedores de una película mala; somos partícipes del gran Triunfo de Cristo, y ese triunfo debe extenderse hasta llenar de luz los más escondidos entresijos de la tierra: ¡A trabajar!