Deut 8, 7-18; 1Cro 29; 2Cor 5, 17-21; Mt 7, 7-11

Lo he visto en los Simpson, y en alguna que otra película de Holliwood: cuando les llega a los americanos el «Thanks Giving Day» se reúnen en sus casas y se pimplan un pedazo de pavo que ya lo quisiera uno para sí. Es cierto que siempre tienen problemas al trincharlo; yo no sabría hacerlo… ¿Cómo se trincha un pavo? Pero confieso que me da envidia. ¿Por qué no tendremos nosotros algo así? Un pavo al año, digo yo, no hará daño (salvo al propio pavo).

La feria mayor que celebramos hoy no se conmemora en la mesa (¿dónde hay que escribir para pedir que se instaure la costumbre?), pero va mucho más allá de un «thanks giving day»: pasadas las vacaciones estivales (¡Yo ya no me acuerdo de las mías!), el comienzo del nuevo periodo de trabajo sitúa al cristiano frente a Dios: «ut cuncta nostra oratio el operatio ad te semper incipiat et per te coepta finiatur» (hoy me he levantado políglota, o he debido desayunar diccionarios con mermelada, a falta de pavo): «que toda nuestra oración y nuestro trabajo comience siempre en Ti como en su fuente, y tienda siempre a Ti como su fin». En definitiva, en el día de hoy:

– Damos gracias a Dios por situarnos al inicio de este nuevo curso: «comerás hasta hartarte (aunque sin pavo), y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado». Él nos ha elegido, un año más, para cooperar con Él en la redención del mundo. Por adelantado reconocemos que cuantos logros alcancemos en este curso no serán nuestros, sino suyos; que no tendrá que darnos las gracias Él a nosotros, sino nosotros a Él.

– Pedimos perdón por nuestros pecados: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios». No podemos cooperar con Él si no vivimos en gracia de Dios. Quien vive en pecado no realiza las obras del Señor, sino su propia obra. Por eso, no hay mejor forma de empezar el curso que realizando una buena confesión.

– Suplicamos a Dios que nos asista en el trabajo que nos disponemos a comenzar: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». Sabemos que, sin su ayuda, no podemos hacer nada. Por eso comenzamos nuestro trabajo de rodillas, implorando la protección de Aquel para quien trabajamos.

Ya desde este día, en que inauguramos litúrgicamente (aunque no gastronómicamente) el nuevo curso, entrelazamos nuestros dedos en las blancas manos de María: que Ella nos guíe, nos proteja, y cumpla en nosotros la obra de Dios. Que su maternal bendición sobre nuestro trabajo lo convierta en una partícula de la Pasión de su Hijo, con la que pueden redimirse todas las almas. Y, si de aquí a unos años hemos instaurado lo del pavo… pues «much better», que ya estoy cansado de tener envidia de Bart Simpson. ¿dónde hay que escribir?