Comentario Pastoral
LA ESPERANZA ÚLTIMA

El Evangelio nos presenta una de las controversias de Jesús con las distintas clases teológicas. Los saduceos, partido aristocrático-conservador, enfrentados sobre todo con los fariseos en lo que respecta a la Resurrección, quieren poner a prueba a Jesús. Pero Jesús, contra el pavor de la muerte, contra la curiosidad morbosa sobre el futuro del hombre, manifiesta la esperanza pascual unida al Dios de la vida. Dios es vida y el que cree en él vive con él y para él. Siempre que celebramos la eucaristía debemos experimentar que Dios vence nuestra mortalidad y siembra en nosotros un germen de inmortalidad. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré ‘en el último día».
La vida es un camino, lleno de etapas intermedias, hasta llegar a la definitiva. El presente florecerá en un futuro de gloria. Éste es el gran consuelo y esperanza que Dios nos da.
Si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe. En su Resurrección se basa la esperanza de nuestra propia resurrección. Esta esperanza relativiza a todos los cristianos los absolutos de su existencia. Le corrige sus ideas e ideales más inconmovibles. Le pone en cuestión la misma vida. La muerte y el martirio serán el paso a una vida nueva.

El cristiano, que en el bautismo muere con Cristo para resucitar con él, deberá pedir continuamente la esperanza y las fuerzas que necesita para vivir en consecuencia y hasta el fin ese bautismo.
La esperanza relativiza el presente. El cristiano no puede establecer alianzas definitivas que lo distraigan de su camino. Su meta está siempre más lejos.

Pero la esperanza sostiene el presente, lo hace fecundo e importante. La esperanza del futuro estimula y alimenta el empeño en el presente por encima de sus límites, heridas y tensiones. Los cristianos en el mundo son profetas de la vida y de la alegría.


Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
«Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos causas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección»

San Ireneo de Lyón


Palabra de Dios:

Macabeos 7, 1-2. 9-14

Sal 16, 1. 5-6. 8 y 15

San Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5

San Lucas 20, 27-38

Comprender la Palabra

La Lectura del Evangelio, que escuchamos este Domingo, recoge una de las preguntas, casi todas ellas capciosas, que unos y otros le hacen a Jesús. San Lucas, siguiendo la pauta de San Marcos, las sitúa en los dios inmediatos a la Pasión durante su estancia en Jerusalén.

La pregunta, que hoy escuchamos, en la forma y en el fondo, es una burla. Se la hacen los saduceos, que -como advierte San Lucas- no creen en /a resurrección.

La Resurrección, entendida como re-nacimiento -nacer de nuevo- a la Vida Eterna Gloriosa, es el núcleo central de la Fe Cristiana. Dios nos lo ha revelado en Cristo. La resurrección de Cristo es nuestra resurrección en Cristo. Decir resurrección es decir salvación del hombre en su integridad; más allá de la mera inmortalidad del alma, a cuyo conocimiento el hombre puede llegar con la sola luz de la razón. La resurrección, no la mera reanimación de un cadáver, requiere la Revelación.

Antes de Cristo, en el Antiguo Testamento, Dios fué revelando de manera velada el Misterio de la Resurrección. Así no los asegura el mismo Cristo en la Teofania de la Zarza, que ardía sin consumirse, cuando Dios le dice a A1oisés: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». Comenta el Señor en su respuesta a los saduceos: «No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos están vivos». Si no siguieran viviendo, no hubieran dicho «para Dios todos están vivos». La respuesta de Jesús es ciertamente provisional. Su respuesta definitiva será el Acontecimiento de su Pascua (Paso) «de este mundo al Padre».

La Revelación de la Resurrección fue haciéndose más y más explicita v. gl:, en los Últimos Libros del Antiguo Testamento. Hoy escuchamos en la 1ª Lectura el admirable testimonio de los Mártires Macabeos : “Cuando hayamos muerto por su Ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna… Vale la pena morir a manos de los hombres’, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará».

Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Alimento de la verdad


Jesucristo es la Verdad en Persona. que atrae el mundo hacia sí… Con Él, la libertad se reencuentra. En particular, Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Esta es la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre. Por eso, la Iglesia, cuyo centro vital es la Eucaristía, se compromete constantemente a anunciar a todos, a tiempo y a destiempo, que Dios es amor. Precisamente porque Cristo se ha hecho por nosotros alimento de la Verdad, la Iglesia se dirige al hombre, invitándolo a acoger libremente el don de Dios


Benedicto XVI

Exhortación «Sacramentum caritatis», n. 2

celebrar mejor


El culto a los difuntos

Desde los tiempos más remotos de la humanidad, los difuntos han sido objeto de un cuidado peculiar, así como el lugar de sus enterramientos. Nuestra liturgia se acomodó en gran parte a los usos del medio ambiente histórico y cultural en que florecía, no suprimiendo el culto a los difuntos, sino dándole siempre a todos sus ritos una impronta genuinamente cristiana, sobre todo en cuanto al dogma de la resurrección de los muertos.

Y entre las manifestaciones más importantes de la religiosidad del hombre por su hondo sentido humano y transcendente se encuentra el culto a los difuntos. El ansia de la inmortalidad, la resistencia a la disolución del cuerpo, por una parte, y por otra el deseo de mantener los lazos familiares más allá de la muerte, en un afán de tener cerca todavía a los que se han ido de este mundo, han cristalizado en una gran variedad de usos y costumbres relacionados con los muertos. Cada pueblo ha dado forma propia a la expresión de sus creencias sobre el más allá y sobre el hecho mismo de la muerte. Cualquier manifestación de recuerdo y de oración por los difuntos -en el mes de noviembre se prodigan estas manifestaciones. expresa en primer lugar el sentido pascual de la muerte de aquellos que fueron incorporados a Cristo por el Bautismo, que habiendo compartido ya la muerte de Cristo compartirán también un día su resurrección. Por eso la Iglesia ofrece por los difuntos el Sacrificio eucarístico de la Pascua del Señor y ora y celebra sufragios por ellos.

Por otra parte el cristiano no muere solo, sino rodeado de la comunidad de los creyentes, entre los que se encuentran la familia y los amigos. que le encomiendan a Dios. que celebra la Eucaristía y se reune para darle el último adiós, la invocación a la Virgen y a los santos… «La Iglesia peregrinante… tuvo conocimiento de esta comunión de lodo el cuerpo místico de Jesucristo. y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos» (LG 50). (Cf. Liturgia y piedad popular. Directorio litúrgico-pastoral. Secreta. riada Nacional de Liturgia. PPC. Colección Documentos y Estudios. n. 140, pp. 82.91).


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:

San Josafat (1580-1623), obispo mártir de Pólotzk. que trabajó mucho por la unidad de la Iglesia.

Sabiduría 1,1-7. La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres; el espíritu del Señor llena la tierra.

Lucas 17,1-6. Si siete veces vuelve a decirte: «lo siento», lo perdonarás.

Martes 3:

En Madrid: San niego de Alcalá (1400-1463), lego franciscano, entregado a la oración v a los oficios más humildes.

Sabiduría 2,23-3,9. La gente pensaba que morían. pero ellos están en paz.

Lucas 17,7-10. Somos unos pobres siervos. hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Miércoles 3:


Sabiduría 6, 1 -11. Escuchad, reyes, a ver si aprendéis a ser sabios.

Lucas 17,11-19. ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Jueves 3:

San Alberto Magno (1206-1280), dominico, obispo de Ratisbona, escritor, de gran cultura sagrada y profana.

Sabiduría 7,22.8, l. La sabiduría es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios.

Lucas 17,20-25. El Reino de Dios está dentro de Vosotros.

Viernes 3:

Santa Margarita de Escocia (]046-1093). madre de ocho hijos, modelo de reina cristina. O Santa Gertrudis (1256-1301), monja alemana, destacó por el don de la contemplación.

Sabiduría 13.1.9. Si lograron averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no descubrieron a su dueño?

Lucas 17,26-37. El día en que se manifestará el Hijo del Hombre.

Sábado 3:

Santa Isabel de Hungría (1207~ 1231), vivió pobremente. dedicándose al cuidado de enfermos.

Sabiduría 18,14-16;19,6-9. Se vio el mar Rojo convertido en camino practicable, y triscaban como corderos.

Lucas 18,1-8. Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan. .