Hoy hace dos meses y medio que intento llevar adelante el proyecto de una parroquia en un nuevo barrio. Aunque espiritualmente puedo decir que la parroquia ya existe, aunque sea en germen, hoy hay que superar uno de esos pasos burocráticos, necesarios, pero que a veces se convierten en trabas. Si hoy no aprueban la creación de la parroquia, aunque sea en los papeles, habrá que esperar hasta marzo. Por mi parte he hecho lo que he podido, muchos de los futuros feligreses de esa parroquia están rezando hoy de manera especial y ofreciendo su trabajo. Será lo que Dios quiera. Una rezadita vuestra no nos vendrá mal. Hacer una parroquia en un barrio nuevo es un proyecto apasionante. No existen modelos ni se hacen todas iguales (ni arquitectónica ni funcionalmente). En las diversas parroquias en las que he estado no he visto modos de actuación intercambiables. Es distinta una parroquia en un pueblo de 300 habitantes, que otra en la periferia, que otra en el centro de la ciudad. Hasta la misma parroquia, como la población, puede cambiar con el tiempo. Las formas pueden cambiar y no hay “recetas mágicas” para triunfar. Pero, de una manera u otra, hay algo que hay que hacer: Hablar de Cristo, vivir en torno a Cristo en la Eucaristía y que Él sea el centro de la parroquia.
Jesús “les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.” Para los apóstoles no hay otra condición. Después de Pentecostés sabemos poco de la mayoría de los apóstoles. Sabemos que hicieron lo que tenían que hacer, anunciar a Cristo por todas las naciones. La labor del apóstol la resume magníficamente San Pablo: “ Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! »” Hay que hablar, con parroquia o sin parroquia.
Durante años se ha querido hacer una catequesis sin Dios, unas celebraciones sin Jesucristo y una caridad que no se fundaba en la acción del Espíritu Santo. Lo importante era “educar en valores” pero sin poner los cimientos de esas virtudes. La Eucaristía se convertía en una reunión donde mirábamos la nuca del de delante, la oración en un montón de símbolos sin significado y la caridad en la acción de una ONG. Parecía que hablar de Cristo era hacer imposiciones e incluso se tomaba como vergonzante. Pero ¿De qué vamos a hablar en la Iglesia si no es de Cristo? “ la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo.” Las crisis de fe no son causa de que se tambaleen las creencias, son causa de hablar demasiado de nosotros mismos y poco del Señor. Se habla de una religiosidad etérea, en la que da igual Cristo, que Buda, que las piedras y la New Age. Pero la fe nace de hablar de Cristo, no de ser buenecitos.
“Haced lo que Él os diga” ese es el consejo de nuestra Madre la Virgen, siempre y en todo lo que Cristo diga. ¿El resultado de la gestión de hoy? Pronto lo sabré, pero os dejaré con la intriga hasta dentro de cuatro semanas.