El Evangelio de hoy cada día que lo leo me gusta más. Aparentemente Jesús se distancia de su madre y de sus hermanos. Pero lo hace para mostrarnos que está más unido a ellos de lo que se puede descubrir en una primera mirada. Hay otros momentos en el Evangelio en que se encuentra una actitud parecida en Jesús respecto de sus familiares. El conjunto de los Evangelios, la contemplación del Corazón de Jesús, y la meditación de los textos, nos lleva a conocer un nivel de relación entre María y el Señor que no sólo nos es propuesto como ejemplo sino que también nos es ofrecido a nosotros.

El Verbo se encarnó para salvar a los hombres. Para su fin, habitar entre nosotros, eligió una familia. Se unía así al linaje de os hombres. Nació verdaderamente de María Virgen y a través de ella y de San José, como indican las genealogías de los evangelios, se unió a todo el género humano. El hecho de pertenecer singularmente a un hogar, el de Nazaret, no suponía tomar distancia respecto de los demás. Al contrario, a través de ellos, como sucede con todos nosotros, se abría a los demás.

La finalidad de la Encarnación no era formar una familia humana. Era importante la familia, porque es algo íntimamente unido a nuestro existir como personas, pero no era el fin. En cambio, en el designio divino sí que estaba el formar un pueblo santo, el de los hijos de Dios. El plan de salvación no acaba con la liberación del pecado, sino que continúa en el deseo de Dios de comunicarnos su vida y hacernos, a través de Jesucristo, hijos suyos.

Jesús, al formar parte de la familia de Nazaret, junto a José y María se acercó mucho al hombre. No cabía esperar una proximidad tan grande. Pero su amor por nosotros y la abundancia de su gracia nos deparaban maravillas aún mayores. La lectura de hoy nos abre a esa dimensión. El Señor no reniega de su madre ni de su parentela. Nos enseña a recuperarlo todo en el orden de la gracia. De hecho este texto ilumina otros también difíciles en una primera aproximación. Así Jesús nos pide amarlo más a Él que a nuestros padres o hermanos. Cuando Edith Stein comunicó a su madre que se iba al Carmelo esta se entristeció al sentirse abandonada. Sin embargo Edith le contestó: “ahora estaré más unida a ti”.

La Virgen María y san José tenían enormes virtudes humanas. Son modelos en todo lo humano para nosotros. Ni de lejos nos asemejamos a ellos. Sin embargo su grandeza aún es mayor en el orden de la gracia. Jesús dirige nuestra mirada hacia lo alto y nos indica que esa vida es también para nosotros. La familia de Nazaret se abre a todas las familias del mundo para que participemos de la gran familia de Dios. A través de la fe y de la vida cristiana, en el cumplimiento de la voluntad de Dios, vamos conociendo esa familiaridad a la que Dios nos invita.

Que María santísima no deje de interceder por nosotros para que comprendamos mejor el gran don que Dios nos hace.