Los expertos montañeros siempre recomiendan ir al monte acompañados. Ninguno somos invencibles (bueno, tal vez Rambo que a pesar de sus años sigue perdiéndose en la jungla) y puede ocurrirnos cualquier cosa: una torcedura de tobillo, un despiste, un golpe de calor, un tropiezo…, si uno va solo puede pasarlo muy mal en esas circunstancias, pero si vas acompañado encontrarás ayuda, consuelo y lo que podría haber sido una tragedia se convierte en una simple anécdota. Claro que hay que buscarse un buen compañero, en el monte también se buscan ratos de tranquilidad, silencio y contemplación; para que un pesado te cuente todas sus aventuras de la última semana es mejor irse a tomar algo a una terraza.
“ En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.” Hoy es el domingo de la Transfiguración, este domingo de “descanso” que nos da la liturgia de la Cuaresma para contemplar, gozarnos de nuestro entorno y admirarnos de Dios. Tal vez hayamos empezado con fuerza la cuaresma, pero la hayamos empezado solos. Hicimos buenos propósitos en los que vamos flaqueando, intentamos seguir una buena ruta pero nos damos cuenta que, al intentar coger un atajo, nos estamos perdiendo o hemos cambiado la cima inicial por una más accesible. Eso ocurre por empezar solos, aunque creamos que nos arropa nuestra “comunidad.” La Cuaresma se vive siguiendo a Cristo: nos llevará al monte de la transfiguración o al monte del Gólgota, sentiremos la alegría de vernos curados o la tristeza de la muerte de Lázaro, nos encontraremos sedientos junto al pozo con la samaritana o beberemos de los torrentes de agua viva,… ¿que más da si estamos con Cristo? Pero a veces nos despistamos. Por eso necesitamos la ayuda de alguien, habitualmente un buen sacerdote, que nos recuerde que Cristo está a nuestro lado, aunque a veces parezca que le hemos perdido o nos ha dejado atrás. Alguien que nos diga: “ Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo.” Entonces los trabajos no dejarán de ser duros, ni la pendiente menos inclinada, pero sabremos de quién nos hemos fiado y que podemos seguirle sin ningún temor.
«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» A algunos no les gustará esto, pero la voz de Cristo solo se escucha con claridad en la Iglesia. Ahora muchos grupitos y pseudoteólogos se consideran auténticos interpretes de la Palabra de Dios, “fuera de ellos no hay salvación” pero no deja acompañar por Cristo, sólo por su amor propio y su pequeña “clá.” Es muy fácil dejarse llevar por la soberbia, querer hacer nuestra propia ruta e intentar que Cristo vaya por nuestro camino y no nosotros por el suyo. Y eso le puede pasar por coger el camino del progresismo, o del integrismo o del de vendedor de perritos calientes, eso solo son trajes y la voz de Dios se oye en el corazón. “Nosotros queremos una Iglesia …” ¡memeces! Nosotros queremos a la Iglesia, a veces sorda, a veces ciega, a veces coja, a veces despistada, como Pedro, Santiago y Juan, pero que siempre está con Cristo para llegar a la cima, el resto: anécdotas.
La Virgen no fue testigo de la transfiguración, no hacía falta: donde estaba el Hijo allí estaba la Madre y donde está la Madre allí está el Hijo. Si crees que has perdido el camino búscala a Ella y encontrarás el guía que necesitas.