Es una suerte que no haya comenzado la campaña electoral, no hay manera de ver unos minutos de la televisión sin que salga algún candidato o candidato haciendo promesas (o promesos) para los próximos cuatro años. No sé que va a ser de nosotros cuando empiece la campaña, pienso cerrar con llave mi habitación, no sea que me encuentre un día a un candidato en mi armario, junto a los calcetines. Muchas veces mas que hacer promesas de futuro nos dicen lo indignados que están con “los otros” ya que ellos lo hacen muy bien y los otros lo hacen muy mal. La indignación lleva a la descalificación, la descalificación al insulto y, como estamos viendo, a veces pasan del insulto a las manos. Es una pena, pero yo no pienso votar a alguien para que no este indignado o porque me de pena. Ya pensaré a quién votare dentro de unas semanas. Mientras tanto que se sigan indignando.
“Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: – «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»” No solo se indignan los políticos, también los apóstoles se indignan cuando hablan de asuntos de poder. Por eso el Señor les explica, una y otra vez, en que consiste la grandeza: en servir. Si los políticos, eclesiásticos, conductores de tranvía entendiésemos realmente esta verdad, las cosas serían muy distintas. Pero nos empeñamos en vivir indignados. La raíz de la indignación suele ser el amor propio. Jesucristo no vino a servirse a sí mismo, ni a servirse de los hombres, sino a servirlos, entregando su vida para redimirnos a cada uno de nosotros.
Por esa razón tantos quieren acabar con el cristianismo y lo han intentado a la largo de la historia. Cuando alguien quiere hacerse con un poder que no le corresponde, o quiere utilizar a los demás, y se encuentra con Cristo su vida entra en conflicto. Muchos santos han elegido a Cristo, pero muchos otros se han elegido a sí mismos.
Sin embargo nosotros elegimos seguir a Cristo. Seguramente muchas veces nos costará, otras veces -como Jeremías-, no entenderemos los caminos del Señor pero, con la Gracia del Espíritu Santo, elegiremos a Jesús. El seguir a Cristo no es una circunstancia sociológica o ambiental, es una opción libre, ayudada por la gracia, de adhesión a Jesús en su Iglesia. Por eso no nos indignamos, pues ya sabemos que somos indignos del Amor y la Misericordia de Dios y nos aferramos a su cruz para servirle como Dios quiere ser servido. Y entonces descubrimos que ha sido Él quien nos ha elegido, y nos sentimos mas indignos, pero a la vez más dispuestos a beber el cáliz de Cristo, pues no es un castigo, sino un don.
La Virgen fue bebiendo el cáliz a la vez que su Hijo, ella nos descubrirá la dulzura de lo que ahora creemos hiel, nos ayudará a no sentirnos indignados sino queridos de Dios.