Os 14, 2-10; Sal 80; Mc 12, 28b-34

«No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo»… ¿Qué hay de malo en montar caballo? Me cuesta creer que personajes tan ilustres como el Cid, John Wayne, o la duquesa de Lugo hayan incurrido en una terrible «equinolatría»… Harto de tropezar con la frasecita, me zambullí entre libros para entender su significado. Y, como resultado, he obtenido dos términos para el CJL («Catálogo y Jaculatorial de Latrías»…

Asiriolatría: en tiempos de Menahem y Acaz, Israel, debilitado en su ejército, pidió ayuda a Asiria y se alió con ella. Poco más adelante, Asiria, aprovechando su poderío, sometió a Israel a tributo en tiempos de Oseas.

Llamamos «asiriolatría» al convencimiento de que, para mantener viva la fe, hay que «ir con los tiempos» y aliarse con las costumbres del «hombre de hoy», bajo pena de quedar «anquilosados en estructuras arcaicas». Repaso el jaculatorial: -«Mientras la Iglesia no se ponga al día, está condenada a desaparecer». -«No tiene sentido pedir en estos tiempos el celibato a los sacerdotes; la crisis de vocaciones se resolvería si los presbíteros pudieran casarse». -«¿Cómo se le ocurre al Papa decir que el condón es pecado? ¡Este hombre vive fuera del mundo!». -«Las misas son aburridas. Hoy día, todo tiene que ser más participativo y ágil, como los chats o las tertulias. Como no cambien pronto las misas, éstos se van a quedar sin público». -«Las palabras «pecado» y «santidad» no pueden entenderse hoy. La Iglesia, si quiere hacerse comprender, debe hablar de «errores» y de «coherencia»». -«Hay que volver a interpretar la Biblia: eso del Demonio, el Infierno, o la ira de Dios no puede tragarlo el hombre adulto». La asiriolatría, amén de ser pecado, es una gilipollez: ya te he contado lo que le sucedió a Israel… Estamos llamados a cambiar el mundo, no a aliarnos con él.

Equinolatría: en la misma época en que incurrió en la asiriolatría (siglo 8 a.C.), Israel confió su defensa a la caballería y se olvidó de Dios… Llamamos «equinolatría» al propósito de alcanzar la salvación con la fuerza de las obras humanas, despreciando la gracia y la oración. Del jaculatorial: -«Menos rezar y más moverse, que hay mucha gente necesitada». -«¿Quiere usted decirme que esa persona, con lo generosa que es, está poniendo en peligro su alma porque no quiere ir a misa ni confesarse?». -«Paso tantas horas entregado a los demás, que no tengo tiempo para rezar… ¡Dios me comprende!». -«¡Este pecado ya está vencido! ¡No es necesario adoptar precauciones!»…

Al «equinólatra» le diré: anda, nene, baja del caballo y ponte de rodillas. Pediré a la Inmaculada humildad y fortaleza: la primera, para desconfiar de mis fuerzas y no dejar de orar; la segunda, para saber nadar «contra corriente» no aliándome con nadie que no sean mi Padre Dios o mi Madre la Iglesia.