¿Por qué nos encanta complicarnos la vida? Solemos buscar problemas a las cosas sencillas. Parece que el gen de la desconfianza ha tomado una posición de privilegio en el ser humano. Ahora estoy intentando hacer algo tan sencillo como alquilar un apartamento. Parece algo fácil: un piso, lo usas y si no pagas, te marchas. Pues no. La desconfianza hace que todo se complique: hay que presentar nóminas, avales, contar toda tu vida y poco menos que un certificado de penales para que vean que no eres un delincuente. Comprendo que a quien haya alquilado su casa y haya tenido una mala experiencia todo le parezca poco, pero añoro los tiempos en que un apretón de manos significaba empeñar la palabra y la honra, y ante eso no había nada. Ahora hay que complicarlo todo y, a la vez, buscar la trampa en la ley. ¡Es una lástima!.
“¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. (…) Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” ¡A qué es sencillo! Casi podríamos decir que toda la Biblia es un apretón de manos a la humanidad. Dios cumple su parte del trato, pero el hombre busca cómo burlar la Alianza con Dios.
Me imagino que uno de los dones que el Espíritu Santo da a los apóstoles es el de la simplicidad. No el ser simples, sino darse cuenta de la simplicidad de Dios, que no anda con complicaciones innecesarias, dobleces o medias verdades. Todo el Antiguo Testamento se ilumina desde Cristo con la sencillez con que la salida del sol va iluminando lo que nos rodea. Lo que parecía disperso y sin demasiada trabazón, de pronto, adquiere todo su sentido. Al igual que cuando encajamos una pieza en un puzzle y vemos claramente la imagen que estábamos formando guiándonos solo por la similitud de formas y colores.
Los estudiosos de la Biblia quieren buscar fuentes y origen a las palabras de Pedro, al Magnificat de la Virgen. Buscan escuelas, añadidos posteriores y todo tipo de explicaciones que nieguen que una simple chiquilla de Nazaret o un pescador de Galilea tengan un gran dominio de la Palabra de Dios. Me imagino que los biblistas se enfadarán ¿pero no será que todo es mucho más sencillo que lo que ellos piensan y complican? Aunque les de rabia la sencillez explica mucho mejor la Sagrada Escritura, y las poesías místicas de San Juan de la Cruz, o los escritos de Santa Teresa que el buscarles ocultas formaciones gnósticas en extrañas y desconocidas sociedades pseudosecretas.
¡Tendríamos que reivindicar la sencillez y huir de la simpleza! Dios, que sencillamente es Dios, ha cumplido su palabra. Sencillamente. Cristo ha resucitado y eso ha simplificado enormemente nuestra vida. El pecado, la muerte, la maledicencia, la doblez, la mentira, el engaño, la soberbia, la prepotencia y todas aquellas cosas que hace de nuestra vida un complicado infierno dantesco han sido vencidas en Cristo.
La sencillez de María le lleva a entender con plenitud a Dios y a cada ser humano y, entendiendolo, lo ama plenamente. ¿Es tan complicado?.