Lamento el retraso en publicar este comentario, os pido mil perdones, pero a veces la vida se complica. Acabo de mudarme a un apartamento en mi nuevo barrio y el primer día estuve sin luz eléctrica y los ordenadores de sobremesa (aunque sean Mac), no funcionan sin electricidad. Este comentario lo escribo como en las casas modernas, es decir, esas que llaman domóticas. He puesto el ordenador en la encimera de la cocina y la impresora encima de la vitrocerámica (aún no tengo mesas ni sillas) y escribo de pie. Recordando a Santa Teresa, Dios está también entre los fogones. Pero una vez que he venido de atender a mis viejecitos en el hospital me pongo a escribir unas breves líneas.
«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles replicaron: – «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» (Es más fácil llenar una hoja si se copia media lectura, pero la verdad es que la Palabra de Dios dice cosas mucho más interesantes que yo). Los apóstoles “replicaron.” Me imagino a esos hombres, hasta hace poco acobardados, escondidos, atemorizados y con complejos frente a los sabios de Israel, haciendo frente a esos mismos sabios, con la sabiduría que proviene de Dios. Y me imagino la sorpresa del Sanedrín y el sumo sacerdote ante los que creían “una presa fácil.” El miedo es nuestro principal enemigo. Ayer hacíamos memoria de la muerte de Juan Pablo II que, desde el principio de su Pontificado, nos animó a no tener miedo. Los cristianos tenemos que tener bien claro que nada ni nadie puede atemorizarnos pues “ El que viene de lo alto está por encima de todos.” Si basamos el anuncio del Evangelio exclusivamente en técnicas, proyectos, líneas de acción y tácticas (que a veces son aconsejables), seguramente nos abrume el poder del mundo. Pero Dios se manifiesta a los sencillos y humildes. Dios se sirve de una Teresa, de un Francisco, de un Bosco, de un padre de familia, de una mujer trabajadora, de un niño,… de quien quiere y quien le quiere. En su vida, a veces, nos parecen locos o inconscientes, pero todos los obstáculos se allanan para aquel que confía en Dios y no en sus recursos. Ahora que no tengo parroquia y, gracias a Dios, me he ido liberando de muchas cosas superfluas entre mudanza y mudanza (y todavía tengo demasiadas cosas), te das cuenta que poquito hace falta para hablar de Dios. Sólo me falta un Sagrario, y parece que el camino se va allanando. Así que cuando tengas que hablar con ese hijo tuyo que se ha olvidado un poco de Dios, con aquél compañero de trabajo que está echando su vida a perder, con aquel compañero religioso que está olvidando el primer amor o tengas que hacer cualquier gestión que te parezca imposible, entonces, aunque la prepares muy bien y pongas todos los medios no te olvides de Quién te has fiado, y lánzate sin miedos. El Señor dará el suplemento.
María, nuestra Madre, lo sabía bien y así lo hizo con los apóstoles, reuniéndolos en oración. Que ella sea nuestro aliento y nos conceda el Espíritu Santo.
He acabado escribiendo de rodillas (no por piedad, sino por dolor de espalda), pero esta noche prometo colgar el comentario de mañana para que esté a tiempo. Cuento con vuestra oración.