Muchas personas viven en tensión. Se han puesto de moda los spa que ofrecen todo tipo de tratamientos para evitar la tensión. Leo en la publicidad de uno: “Las instalaciones constan de piscina de hidromasaje con zona de Jacuzzi, cuellos de cisne, camas de burbujas, hot tub, posee ducha escocesa, vichy, tropical, baño turco, sauna, terma, fuente de hielo, pediluvio, laconium con tumbonas térmicas, salas de fisioterapia y masajes.” No sé qué son la mayoría de esas cosas que ofrecen, aunque los nombres latinos te recuerdan a Nerón inflándose a asado de Uro en salsa (cosas de leer Asterix). Las personas buscan relajarse untándose el cuerpo con barros o con chocolate (que desperdicio), buscando un momento de aislarse del mundo para encontrar un momento de relax. Me imagino que mirarán la puerta de la calle con recelo, pensando que todo lo invertido en que les quiten el agarrotamiento del cuello volverá en cuanto se encuentren con el primer semáforo. La paz interior no se encuentra en un baño de burbujas, hay que buscarla y, sobre todo, hay que pedirla.
“Les contestó Jesús: – ¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»” No deja de ser curioso que el condenado sea quien dé la paz a los amigos que, pronto, le traicionarán. Dios no promete la paz “como la da el mundo.” No se nos van a evitar las luchas, las incomprensiones, los fracasos ni nuestros propios pecados. Pero eso uno puede mirarlos como un fracaso personal, como un constante fruto de su debilidad y, por lo tanto, llevarle a la desesperación; o puede fiarse de Dios, pedirle perdón por sus culpas y pecados y agradecerle el que Dios siga estando con nosotros. Entonces se consigue la verdadera paz, que no es la pachorra o la tranquilidad, sino que es saber de quién me he fiado. “Busca la paz y corre tras ella,” puede parecer inalcanzable, pero te aseguro que Jesús nos acerca la paz, el Espíritu Santo nos la concede y puede transmitirse. Cuando pensamos en personas de paz muchas veces pensamos en el mundo asiático y las filosofías budistas, que buscan la paz dentro de sí mismos. Nosotros no, nosotros buscamos a Dios -que está más cerca de nosotros que nosotros mismos-, y en Él encontramos la paz. Ahora que veo dirigirse hacia la muerte a muchas personas sencillas, de fe profunda, les veo marchar en paz, con la certeza de que Dios no defrauda.
¿Como evitar la intranquilidad interior? Es cierto que hay personas que encuentran tensión en el trabajo, en la familia, en el tráfico, en los momentos de diversión y cuando se encuentran solos. Los momentos de paz duran poco y cuando creemos que los vamos a lograr siempre hay algo (un dicho, una mirada, un olvido, un despiste,…), que nos lo quita. ¿Cómo encontrar la paz? Viviendo cada momento como si fuera único, pues es el instante que te da Dios para cumplir su voluntad, y ofrecérselo con toda intensidad. Cuanta gente sufre más con sus pre-ocupaciones que con la realidad cuando llega. Ponernos en manos de Dios y abandonarnos en Él en cada instante nos ayuda a conseguir la paz interior y la exterior.
«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?» Nosotros sí, en nuestro bautismo. Pues como María dejemos que Él haga en nosotros lo que quiera y primero paz y después Gloria.