Me ha hecho gracia esta expresión en el Evangelio de hoy: “Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos». Sin duda después de la resurrección recordarían y contarían este episodio después de la transfiguración.
“Se les quedó grabado.” ¡Qué difícil es que ahora -entre tanto cacharro grabador-, algo se nos quede grabado en el corazón y en la cabeza! Parece que nada nos impresiona. Ante un acontecimiento podemos asombrarnos, pero en seguida ocurre otro que nos hace olvidar el anterior. Parece que perdemos la capacidad de asombro y, por lo tanto, de que algo se nos quede grabado. Veo a los niños que han hecho la primera Comunión y te hablan de los regalos que han recibido. Son niños y los abrumamos con regalos que les distraen de lo importante, hasta los padres cooperan en esa maniobra de despiste. Pero a los mayores nos pasa igual, incluso peor, pues no sólo hemos pedido la capacidad de asombro sino que, además, nos hemos barnizado con una capa de cinismo. En cuanto notamos que algo puede tocar nuestro corazón corremos a relativizarlo o ridiculizarlo. Y es mucho peor cuando lo comentamos con otros, entonces procuramos ponernos como modelos de relativismo, por encima de cualquier experiencia religiosa: “ Eso pasa con la lengua: como miembro es pequeño, pero puede alardear de muchas hazañas. Mirad cómo una chispa de nada prende fuego a tanta madera. También la lengua es una chispa; entre los miembros del cuerpo, la lengua representa un mundo de iniquidad, contamina a la persona entera, pone al rojo el curso de la existencia, y sus llamas vienen del infierno. Toda especie de fieras y pájaros, de reptiles y bestias marinas, se pueden domar y han sido domadas por el hombre; la lengua, en cambio, ningún hombre es capaz de domarla: es dañina e inquieta, cargada de veneno mortal; con ella bendecimos al que es Señor y Padre; con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios; de la misma boca salen bendiciones y maldiciones.” Esto pasa en muchos casos, pero no en todos.
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.” Cuando nos acercamos a Cristo o, mejor dicho, cuando nos damos cuenta lo cerca que está Cristo de nosotros, entonces descubrimos la luz que ilumina toda nuestra vida y borra todo el cinismo que podamos guardar en nuestro corazón. Descubrimos un nuevo sentido de la vida, una nueva perspectiva que lo llena todo y lo ordena todo en su sitio. Nuestras resistencias se vienen abajo y entendemos la centralidad de Cristo, que lo llena todo y lo inunda todo. Luego ya no nos avergonzamos de Cristo, todo lo contrario, urge en nuestro corazón un ansia de darlo a conocer, de que todos puedan gozar de la presencia de Cristo. ¡Qué bien se está aquí!
La Virgen podría contar con todo detalle cada momento de su vida junto a su Hijo, pues ella si se dejó impresionar por Cristo y la acción del Espíritu Santo. Que se nos quede grabado.