Comentario Pastoral
GENTE SENCILLA

En muchas situaciones de la vida, la verdad y la sencillez forman la mejor pareja. Por eso no es de extrañar que los hombres grandes sean sencillos, sin ampulosidad ni artificios. El seguidor de Jesús de Nazaret pertenece a la clase de la «gente sencilla% que vive coherentemente la fe del Evangelio, sin obcecarse en el orgullo de sabidurías humanas. Los sencillos son los que pueden ser llamados «necios» con criterios mundanos, porque siguen el camino de los verdaderamente sabios delante de Dios. No en vano dice el refranero: «Más vale sencillez y decoro que mucho oro».

Son sencillos los que saben tolerar los golpes duros, la propia debilidad, la insuficiencia de los medios, la inseguridad económica, la incomprensión de los intransigentes, las prisas pueriles, las exigencias, los desfallecimientos o la inexperiencia de los que mandan, la abundancia de leves fracasos, las oposiciones de dentro y de fuera, las noticias molestas, el asalto de los inoportunos, el tiempo perdido en atender a los empalagosos. La verdadera sencillez es una señal de alma enérgica que se domina perfectamente.

Los cristianos, por su sencillez, deben ser mansos y humildes de corazón, a ejemplo del Maestro. Por eso cargan con su yugo, es decir, con su cruz. A causa de la semejanza externa del madero transversal, el yugo de los animales de tiro se convirtió en cruz en la boca del pueblo, y con toda razón, en la predicación cristiana. Los discípulos o creyentes tenían que llevar la cruz con su Señor y Maestro que había escogido este camino. La cruz no es yugo que oprime e insoportable, sino llevadero desde el amor y ligero por la esperanza.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno:
Reconocemos como obra de tu poder admirable,
no sólo haber socorrido nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino haber previsto el remedio en la misma debilidad humana,
y de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación;
Por Cristo, Señor nuestro.


Prefacio dominical III


Palabra de Dios:

Zacarías 9, 9-10

Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14

san Pablo a los Romanos 8, 9. 11-13

san Mateo 11, 25-30

Comprender la Palabra

Después del Discurso-Recopilación de enseñanzas de Jesús sobre la Misión de la Iglesia añade el Evangelista la correspondiente sección de actividades diversas de Jesús. Y estratégicamente situada encontramos la Plegaria de Cristo -seguida de una breve exhortación-, que hoy escuchamos en la Lectura del Evangelio.

La estructura de la Plegaria es genuinamente judaica: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla… »

«Estas cosas» son la revelación, que Jesús va haciendo, con signos y palabras, del Reino (Proyecto) de Dios.

¿Quienes son «los sabios y entendidos»? -Sin duda los fariseos, los letrados, los dirigentes religiosos, como podemos verificarlo en el inmediato Capítulo 12, que sigue a la Plegaria Exhortación (final del Capitulo 11º)…Son los que cierran sus ojos y sus oídos al Mensaje (signos y palabra) de Jesús. Son los que critican a Jesús, porque sus discípulos arrancan espigas en sábado para comer los granos; son los que planean el modo de acabar con Jesús, porque cura en sábado; los que le acusan de echar demonios en nombre del Príncipe de los demonios; los que piden a Jesús que haga señales (!). Son también los que ven y oyen a Jesús en Corozain, Betsaida, Cafarnaún, sin abrir el corazón, resistiéndose a creer, a convertirse. Por ellos se lamenta Jesús (Final del Capítulo 11º).

Y ¿quiénes son «la gente sencilla?» -No, los débiles mentales, los que se dejan embaucar, los que no tienen criterio de discernimiento; son los que tienen el valor de abrir su corazón a la Palabra de Dios y deciden realizar/a en su vida; los que optan por ser discípulos de Cristo. Entre ellos, la primera de todos, Maria, la que cumple ejemplarmente la voluntad del Padre» (Final del Capítulo 12º).

Invita Jesús «a venir a El a los cansados y agobiados» por tantos preceptos de la legislación mosaica. Jesús se centra en lo esencial de la Ley de Dios, en sus enseñanzas y en su vida (“Mi yugo es llevadero y mi carga ligera»).

«Venid a Mí…que soy manso y humilde de corazón» -Estas palabras han motivado la elección de la 1 a Lectura, del Profeta Zacarías: «Mira a tu Rey, que viene a ti, manso y cabalgando sobre un asno…» (Recordemos la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén).


Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

La Iglesia se alimenta de la Palabra en la liturgia y en la oración


«Aparezca con claridad la íntima conexión entre la palabra y el rito en la liturgia» (SC 35). La Iglesia ha aprendido a descubrir y a abrirse a Dios que habla, en particular, en la oración litúrgica, además de la oración personal y comunitaria. La Sagrada Escritura, en efecto, es una realidad litúrgica y profética: es una proclamación y un testimonio del Espíritu Santo sobre el evento de Cristo, más que un libro escrito. Esto ha permitido difundir el conocimiento y el amor hacia las Escrituras. Pero el camino a cumplir para realizar la letra y el espíritu del Concilio Vaticano n, en lo que se refiere al uso de la Palabra en la liturgia, se encuentra constantemente en acto. Se pide un esfuerzo de renovación cualitativo y cuantitativo, invitando a los fieles y reflexionando con ellos sobre ciertas indicaciones propuestas por el Concilio.


Sínodo de los obispos 2008

Lineamenta, n. 22

al ritmo de la semana


San Benito, Abad. Patrono de Europa – 11 de julio

Con razón se ha llamado a San Benito Padre de los monjes de Occidente y fue declarado por Pablo VI en 1964 patrono de Europa, juntamente con los Santos Cirilo y Metodio. Su nombre significa ‘bendito», bendito de Dios y de su Iglesia. Nació Benito en Nursia por el año 480. Luego de haber estudiado en Roma, con la idea de romper con el mundo se retiró a Subiaco para llevar una vida crem¿tica. Se trasladó después a Casino, en donde fundó el célebre monasterio y escribió la Regla para los monjes. Pronto se extendió desde Monte Casino por el occidente europeo una red de monasterios, observantes de la Regla de San Benito, en la que supo conjugar la experiencia ascética del oriente cristiano y el sentido humano de la vida occidental con los más puros valores del Evangelio.

San Benito quiso fundar una escuela en que se aprendiera a «servir al Seflor», por la senda de los mandamientos con libertad de corazón; hizo de la concordia fraterna y de la paz el alma de la vida comunitaria, insistiendo por encima de todo en el servicio de Dios por medio de la oración y de la disponibilidad con los herrnanos, en los que hay que descubrir al mismo Jesús.

Los monjes benedictinos, cuyo lema es ttorar y trabajar» llevaron a cabo, silenciosa y pacientemente, durante largos siglos, la tarea de evangelización de los pueblos bárbaros, que en su día se asentaron en la Europa Occidental. Y, con el Evangelio, supieron llevarles también la cultura en todas sus dimensiones: desde el cultivo del campo hasta las letras y la convivencia ciudadana.



J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:


Oseas 2,16.17b-18.21-22. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo.

Mateo 9,18-26. Mi hija acaba de morir. Pero ven tú y vivirá.

Martes 3:


Oseas 8,4-7.1 J .13. Siembran vientos y cosechan tempestades.

Mateo 9,23-38. La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Miércoles 3:
San Agustín Zhao Rhong, presbítero y compañeros mártires.

Oseas 10,1-3.7-8.12. Es tiempo de consultar al Señor.

Mateo 10,1-7. Id a las ovejas descarriadas de Israel.

Jueves 3:
En Madrid: Beatos Nicanor Ascanio y Nicolás Alberca, religiosos, misioneros mártires.

Oseas 11,1-4.8-9. Se me revuelve el corazón.

Mateo 10,7-15. Lo que habéis recibido gratis, devolverlo gratis.

Viernes 3:
San Benito, abad, patrono de Europa (480-547), figura cumbre de la vida monástica, por su testimonio personal y por la Regla de vida.

Proverbios 2,1-9. Presta atención a la prudencia.

Mateo 19,27-29. Vosotros, los que me habéis seguido, recibiréis cien veces más.

Sábado 3:


Isaías 6,1-8. Yo, hombre de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.

Mateo 10,24-33. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.