Esto de tener un templo que parezca cualquier cosa menos un templo da para muchas anécdotas. Esta tarde unos se paraban frente a la puerta abierta (el interior se ve de un vistazo, es difícil perderse), y me preguntaban: “Pero entonces ¿Dónde está la parroquia?” Por un momento pensé que serían unos representantes de la ONCE, pero no, veían perfectamente, pero esperaban una parroquia grande, donde cupiesen más de cinco personas, con bancos y todas esas cosas. Se fijaron poco en el Sagrario y, tal vez por eso, les parecía un lugar inútil, sin saber que esa pequeña caseta se ha convertido en el lugar más útil de todo el barrio.
«Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada. Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel -oráculo del Señor-, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon.» Siempre son interesantes esto que cuando estudiaba el profesor llamaba “parábolas en acción,” (aunque siempre pensé que era una acción que era una parábola, pero bueno). El pobre Jeremías perdió un buen cinturón, que quedo inservible, para expresar lo que el Señor quería. El pueblo de Judá se había hecho poderoso y se olvidó de Dios, se dedicó a servir a otros dioses y, por lo tanto, cuanto más poderoso era más inútil se hacía. Había pueblos mucho más grandes que ellos, mejor armados y organizados, con historia más intensa y mayor sabiduría, pero no tenían al único Dios. Los muy obtusos se olvidaron de lo que les hacía grandes y se creyeron algo, pero sin Dios no eran nada, se convertían en un pueblo completamente inútil.
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»” no sé si esto es una parábola en acción, pero al menos es una parábola. Es lo contrario de la primera. La más pequeña de las semillas, cuando la planta el Señor, se convierte en la más alta del huerto- Puede parecer que no vale nada, pero si se deja cuidar por Dios recibe su grandeza.
La conclusión es bien sencilla, cada uno tenemos que decidir ser útiles como la mostaza o la levadura o inútiles como el cinturón de Jeremías. Tendremos que decidirlo personalmente, pero también como nación. Parece que España y otros países se han creído algo, pueden prescindir de Dios y entregarse en manos de los ídolos. Claro que siempre llega una crisis económica y san euro no viene en nuestro rescate. Y cuando pasen algunos años más y el drama de tantas familias destrozadas, de tantas personas que nunca han aprendido a amar, de los niños que nunca llegaron a nacer y de los ancianos que hemos quitado de en medio como estorbo, alzaremos nuestros brazos al… ¿parlamiento? Pero allí no nos dirán que somos “su pueblo, su fama, su alabanza, su ornamento,” mirarán para otro lado y le echarán la culpa a los Estados Unidos, a la Unión Europea o a las olimpiadas de Pekín. Pero si les llaman inútiles se enfadan.
Prefiero no ser un inútil. Nunca gobernaré la nación, tal vez no mande ni en mi parroquia pero procuraré dejar que Dios me cuide, no separarme de Él ni lanzarme en brazos del mundo que es tan mal pagador. Para eso más oración, más entrega, más mortificación. Algunos me dicen que eso es inútil, pero ¿por qué será que siempre me lo dicen los inútiles?.
Hoy es San Pedro Poveda que anunció el Evangelio en épocas difíciles. A él os encomiendo a cada uno de vosotros, por muy pequeños que nos creamos, para que, unidos a María, ninguno seamos inútiles.