Hoy voy a cambiar la parroquia. No, no voy a cambiar “de” parroquia, estoy muy a gusto en esta nueva aventura de comenzar una nueva parroquia. Simplemente esta mañana vendrá un camión, se llevará nuestra mini-parroquia y dejará otra (será del mismo tamaño, pero no tendrá cuarto de baño y ya que no tenemos luz ni agua ganamos unos metros. Pude parecer poco, pero es mucho. Ya quisieran muchas parroquias cambiar de templo en media hora y no pasarse quince años luchando con las goteras (el que no se consuela es porque no quiere). Pero las cosas de Dios suelen ir despacio y nacer pequeñas; lo que nace enorme es un monstruo.
“El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.” Ya hablábamos el otro día de los tesoros, hoy hablaremos de las perlas. No entiendo nada de perlas, pero sé que hay perlas falsas, perlas cultivadas y perlas auténticas que se forman en el fondo del mar al ritmo que a la ostra le da la gana. Estas últimas son las más valiosas. Hay que buscarlas y después de muchas decepciones se encuentra la perla que realmente es de gran valor. Hay que saber buscarlas, muchas veces buceando aguantando la respiración, con una mil zambullidas sin éxito pero sin cejar en el intento. Una y otra vez. Así es el reino de los cielos, así es la vida espiritual.
Muchos no esperan que el reino de los cielos llegue hasta él, sino que les caiga encima. sería tan fácil como cambiar mi parroquia, pero es que mi templo vale muy poco, un pequeño alquiler al mes. Más difícil sería cambiar la catedral de Burgos. El reino de los cielos es la obra de arte que Dios ha preparado para los hombres, una vez que nos hemos dedicado a cargarnos la tierra. Los que esperan que, “de pronto” llegue el reino de Dios a su vida, se conviertan y se hagan impecables, sin tentaciones ni maldades, van apañados. Un día volverá Cristo, pero nos encontrará a cada uno en nuestro lugar. Podremos estar buscando o sentados esperando. Los primeros llegarán al reino de los cielos. Seguramente una y otra vez nos encontremos con nuestro pecado, tendremos la tentación de comprar una joya de diseño o baratijas de los indios, pero volveremos a buscar la perla que el Espíritu Santo va haciendo crecer en nuestro interior. Tal vez demasiado lentamente a nuestro gusto, pero es la más hermosa que podemos encontrar. Y cuando nos convenzamos de esto empezaremos a vender. Iremos quitando de nuestra vida los caprichos, los pecados, las comodidades inútiles, la soberbia, la lujuria, la envidia, la impiedad,… Como consuela el Señor al pobre Jeremías: «Si vuelves, te haré volver a mí, estarás en mi presencia; si separas lo precioso de la escoria, serás mi boca. Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores.» “ Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos.” Con eso podremos meditar todo el día.
Nuestra Madre la Virgen vio crecer en su interior esa perla preciosa, la única por la que vale la pena dar la vida, venderlo todo, darse del todo. Ojalá no corramos detrás de las baratijas que nos ofrece el mundo.
Ahora voy a escribir una solicitud al ministro Sebastián para que me pague la parroquia, que en un prefabricado sin luz ni agua estoy ahorrando un montón.