Ya me ha pasado, es algo que me ocurre de vez en cuando y hay que aguantarse. Mi garganta dice basta y la voz se niega a salir con fuerza de la laringe. Suele durar un par de días y luego, caramelo va, pastilla viene, desaparece. Pero como medio día estoy dando gritos para celebrar la Santa Misa, no se pasa nada bien. Podría Dios haber elegido una persona para sacerdote que fumase menos (¿o eso depende de mi?) o con unas cuerdas vocales mejores. Pero Dios elige a los que le da la gana, por muy débiles e indignos que seamos.
“ En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles.” En alguna ocasión podemos pensar que la vocación -ya sea al sacerdocio, a la vida religiosa o al matrimonio-, es cosa nuestra. Somos capaces de apropiarnos de cualquier cosa y ponerle delante el posesivo “mi.” Mi matrimonio, mi sacerdocio, mi vocación, mi vida,… Sin embargo cada día me convenzo más que todo depende de Dios. Jesús hace lo que quiere y llama a quien quiere. Tal vez no sean los mejores, los más preparados, los mas estupendos, pero son los que Él ha querido y con eso basta.
“ Sabéis muy bien que la gente injusta no heredará el reino de Dios. No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.” San Pablo conocía bien a los pecadores, no estaba en Babia, pero también sabía que Dios podía cambiar a quien quisiera. La grandeza del cristianismo es que cualquiera, cuando se da cuenta de la misericordia de Dios en su vida, puede convertirse. No vivimos de un pasado impoluto sino de un futuro preñado de esperanza que hace cambiar nuestro presente. El Señor llama a quien quiere y, desde ese momento, podemos comenzar una vida nueva. Esa es la maravilla de Dios y la grandeza del hombre, siempre hay lugar para la conversión.
Tal vez este dolor de garganta haga que deje -por fin-, de fumar. Lo intentaré. Tal vez el dolor de la conciencia de algunos les haga -tal vez-, cambiar de vida y encontrarán las puertas de la Iglesia abiertas.
La Virgen es buena enfermera del alma, nunca nos desahucia, siempre nos presenta a Jesús que es la vida.