“Ya te encontrarás con la cruda realidad.” Cuántas veces nos han podido decir algo parecido cuando empezamos un nuevo proyecto, ponemos en marcha alguna iniciativa o nos planteamos cambiar de vida. Lo que muchas veces -casi siempre-, nos quieren dar a entender con ese “mundo real” es la fuerza del pecado. ¿Cómo no acordarnos hoy de las víctimas del 11 de Septiembre y de los fallecidos en el aeropuerto de Barajas? El 90 % de las noticias en los diarios de hoy nos recordarán la violencia del hombre, las tragedias que conducen a la muerte y la fuerza del pecado. Ante tal avalancha de noticias negativas se nos puede ir metiendo en el alma-como por ósmosis-, la idea de que el “mundo real” es el mundo violento e inmoral y que, sin embargo, la buena noticia del Evangelio es una especie de mundo irreal que sólo se puede vivir apartándonos del mundo en un lejano monasterio o tras las puertas cerrada de las sacristías. Nada más lejos de la realidad del “mundo real.”
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.” Conocer el mundo real no significa negar la realidad del pecado, significa darse cuenta que el pecado ha sido vencido en Cristo, luego, la realidad es muy distinta de lo que se nos presenta como inmediato. Jesús no niega el pecado. Tendremos enemigos, nos odiarán, nos maldecirán y nos levantarán injurias. Nos darán de bofetadas y se llevarán lo nuestro. Pero la respuesta, para el que sabe conocer el mundo real, no será usar las mismas armas, “¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.” ¿Se puede decir más en menos líneas? El discípulo de Cristo sabe mirar la realidad, el que se deja llevar por el pecado mira sólo su miseria, como si él fuese el único autor de la realidad, que empieza y acaba en sí mismo. “ El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce.”
No hay que despreciar al enemigo, la fuerza del pecado es real, aunque haya sido vencido. Por eso San Pablo nos recuerda que no podemos escandalizar, especialmente a tantos hombres inseguros que caminan por el mundo. El escándalo suele nacer de la prepotencia y, por ello, San Pablo nos recuerda que el que se crea seguro, cuidado no caiga. Si hay algo que me de más miedo que los pecadores empedernidos son los listillos. Los pecadores pueden encontrar la misericordia, los listillos tienen que liberarse antes de su soberbia, y eso duele.
Nuestra Madre la Virgen nos ayuda a descubrir el mundo real, el auténtico, el que ha sido redimido por su Hijo y vuelve, paso a paso, a las manos de Dios. El Papa, unido a María, seguro que nos ayuda a descubrir esta gozosa realidad.