Han pasado unas cuantas semanas y seguro que estaréis pensando que ya tenemos una parroquia medianamente decente, con sus bancos, su calefacción, su ambón e incluso su espacio para que quepa gente. Sería lo normal después de año y medio, pero no es así, seguimos en 30 metros cuadrados (algo más que antes y mucho más que al principio) y los que vengan a Misa esta mañana serán santo o esquimales, que ya hace fresco (por no llamarlo frío). Tal vez vaya relatando estas semanas la instalación de la nueva nave, pero has que no lo vea…, seguiremos esperando, rezando y trabajando. Cada día se hace muy largo, pero el tiempo vuela.
“ En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo,digo a todos: ¡Velad!»” Hoy podemos poner el Evangelio entero. Hemos comenzado el Adviento. Con tanta luz y tanto anuncio podemos pensar que el Adviento es la preparación de la Navidad, pero entonces nos dedicaríamos a pintar las figuritas del Belén y a envolver regalos, añorando no haber vivido hace dos mil años y acompañar a los pastores en la gruta (o a quedarnos acurrucados en la cama mientras San José llama pidiendo posada). Dos mil años se nos pueden hacer muy largos, pero el tiempo vuela. Nosotros no somos los dueños de los tiempos de Dios y, por eso, cada año con más intensidad, celebramos el Adviento esperando la segunda venida de Cristo. Termina este tiempo con la Navidad pues el que ya vino una vez, volverá. “¡Y él es fiel!”.
Y esta espera no es pasiva, como quien espera el autobús y no puede hacer nada por que llegue antes. En esta espera vamos preparando su venida con todo lo que nos ha dado. “ De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro.” ¿Cómo puedo preparar yo la venida de Cristo? Creo que esa pregunta está mal hecha. Yo no puedo hacer nada por Dios, él es bastante más grande que yo y sería bastante soberbio pensando que puedo hacer algo por Él. Sin embargo, sí puedo dejar que Dios haga conmigo lo que quiera. “Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. El hombre que se fue de viaje no dijo a sus criados que “fueran creativos”, a cada uno le dio una tarea a cumplir. Estas semanas de Adviento deberíamos preguntarnos si estamos haciendo lo que Dios quiere de nosotros. Mucha gente se empeña en hacer lo que él quiere en nombre de Dios, y no le sale nada pues para eso no tiene dones del Espíritu Santo. Pero si lo que Dios te pide es que seas una buena madre, un buen esposo, un hijo atento, un buen estudiante, un sacerdote, un alma consagrada, un misionero, o un buen albañil, entonces… ¡Hazlo!. Si Dios quiere que seas un buen padre de familia y te encuentra en el seminario ( o viceversa), pues así crees que estás más cerca suya, entonces, te dirá que te equivocas.
Se han hecho largos estos meses en la calle o en la caseta, pero si es lo que Dios quería sacaremos fruto de esto. Tal vez en estos días empiecen a poner el prefabricado grande, si es lo que Dios quiere, dará sus frutos. Hoy hemos estado valorando el proyecto de la parroquia definitiva (carísimo, como todo en la construcción), pero si es lo que Dios quiere, saldrá adelante. Al menos Dios me ha dado el don de aguantar bien el frío.
Nuestra Madre la Virgen supo y sabe esperar, nueve largos meses, treinta largos años y dos mil años más, esperando a reunirnos a todos sus hijos con su Hijo. ¡Qué gran maestra de paciencia y confianza!