Gn 49,1-2.8-10; Sal 71; Mt 1,1-17

¿Qué ocurre? Ya viene. ¿Quién? El hijo de David. ¿Qué hará? Que florezca la justicia, y la paz abunde eternamente. ¿Cómo es eso posible? Vamos desgranando ya los días que faltan para su venida, cuando nos hará partícipes de su condición divina. Exulta cielo, alégrate tierra, porque viene el Señor y se compadecerá de los desamparados. Siempre, siempre, los humildes, los pobres, los inmigrantes, los sufrientes, los tristes, los que nada de nada poseen.

¿De dónde viene? Una vez más se nos insta: es una venida en la historia, ni en el mito ni en el puro burbujear de lo espiritual-gaseoso, de lo espirituoso. Nacerá en una tradición, en una familia del pueblo elegido, la de Judá. Descendiente de David. La promesa se cumple: no se apartará el cetro de Judá ni el bastón de mando. Cierto que de manera distinta a lo que muchos se habían acostumbrado a esperar. Dios siempre guarda la iniciativa de salvación. Nos la ofrece según sus planes y no al confort de nuestro acostumbramiento.

El comienzo de Mateo nos ofrece una genealogía de Jesús. Los judíos querían saber, necesitaban saber sus tradiciones y las familias y tribus de las que procedían, pues su alianza con el Señor era una alianza con un pueblo, el pequeño pueblo que él mismo se había elegido como de su propiedad. No una alianza de principios ni de ideas, sino una alianza de carne.

Es una genealogía recapitulativa, en la que llama la atención que no se han hecho desaparecer los que podrían ser considerados puntos negros. Sorprende esto siempre en el NT, porque deja verse en toda su fuerza esos puntos sobre los que quizá, con tanta facilidad, hubieran podido pasar el paño. Esta genealogía no busca dar a Jesús una ascendencia perfecta desde el punto de vista religioso y moral, ni desde el punto de vista de la raza. Se refiere a prostitutas y prosélitas, además de la mujer de Urías, implicada en el gravísimo pecado de David. Genealogía no dominada estrictamente por lo biológico de la pura generación. Se trata, además, de la línea de José. En el derecho palestino el jefe de familia era padre tanto de los hijos que había procreado como de los adoptados.

Lucas tiene una concepción griega, más moderna, pues en sus primeros capítulos hace una introducción histórica de circunstancias generales, religiosas y familiares. Mateo nada tiene que ver con ello. Como también Marcos, pone inmediatamente al lector frente al hecho realizado. En los dos primeros capítulos se nos presenta el libro entero: el Evangelio del reino y del sufrimiento ignominioso de Cristo Jesús. Marcos y Mateo nos presentan inmediatamente a Jesús en la soledad de una misión incomparable. No se trata de un acontecimiento puramente espiritual. El relato está en constante relación con las Escrituras, cuyo cumplimiento se realiza en la historia de Jesús. El Cristo de Mateo viene a salvar a su pueblo de sus pecados (1,21). Maravilla de la acción de Dios suscitando/engendrando un pueblo de Abrahán y, sobre todo, de Jesús (para Mateo, Pierre Bonnard).

Serán días, clama el salmo, en que florecerá la justicia y la paz abundará para siempre. Hasta los montes nos traerán paz y los collados destilarán justicia. Hasta las cosas puramente mundanales se alegrarán con nosotros de esa justicia, que es justicia del Dios de la ternura, y de esa paz, que es paz del Dios de la misericordia.

Faltan siete jornadas para que lleguen los días de la encarnación del Verbo.