Juan el Bautista es un personaje que asociamos al Adviento, pero la liturgia nos lo presenta estos primeros días del año, en que leemos el inicio del Evangelio de Juan. Se nos muestra así el camino emprendido por Jesús para darse a conocer. Ya antes de su manifestación pública quiso ser precedido por el testimonio de un hombre. Recordemos que Juan ya había sido santificado en el seno de Isabel cuando la visitó Santa María. Juan disponía a los hombres, invitándolos a la conversión. Pero su testimonio es claro: “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”.

Estas palabras del Precursor podemos leerlas a la luz de los Misterios que acabamos de celebrar. Dios se ha hecho hombre pero, es posible que nosotros no lo conozcamos. Hay muchas voces que, como Juan nos apuntan en esa dirección. Los frutos de conversión que él suscitaba siguen produciéndose en la Iglesia. Desde ella nos llegan multitud de llamadas invitándonos a la transformación interior, al verdadero conocimiento de Jesús.

Juan es claro: “Yo no soy el Mesías”. Sin embargo, la transformación que se había dado en él y que atraía a los demás a su lado a escucharle e imitarle, sí que venían del Mesías. Esa vida que se manifestaba en Juan, y que lo hacía atractivo para los demás, no venía de sí mismo, sino de Otro: el Señor. El conocía a Jesús, aunque nunca lo hubiera visto carnalmente, porque su vida había sido cambiada por Él.

Cuando escuchamos la exhortación “allanad el camino al Señor”, vemos que se nos está pidiendo, de alguna manera, que le pongamos las cosas fáciles al Dios que viene a visitarnos. Allanar puede significar luchar contra el orgullo que nos impide reconocer a Dios y reconocer también que somos pecadores que han de ser perdonados. Allanar quizás se refiera a no complicar las cosas. Algunos de los que acuden a Juan parece que quieren hacerlo todo difícil. Por eso hacen tantas preguntas y buscan una respuesta que puedan dar a quienes les han enviado. Juan les pide que simplifiquen su mirada sobre las cosas. Por su encarnación Dios se ha hecho pequeño y accesible a nosotros, pero aún así no podemos intentar reducirlo a nuestra manera de pensar, demasiado pequeña. De ahí que debamos allanar. Porque el Verbo encarnado se deja encontrar y reconocer por los pequeños. La soberbia y la autosuficiencia entelan nuestra mirada y la hacen incapaz para ver.

En este evangelio se nos muestra como hoy Dios sigue queriendo acercarse a los hombres mediante el testimonio de otros. Eso es lo que hacemos los cristianos cuando somos fieles a nuestra vocación. En nuestro modo de vivir se ha de transparentar la gracia que se nos ha dado, el soplo divino, que Aquel que existe desde siempre ha traído a la tierra. Jesucristo está cerca de todos los hombres. Muchos no lo conocen y otros hemos de conocerlo aún mejor. La llamada del Bautista nos recuerda ese hecho y nos invita a dejarnos encontrar por el Señor, cuyo amos hacia el hombre le ha llevado a este abajamiento.