Las lecturas de hoy son una respuesta directa a la campaña a favor del ateísmo que se está llevando a cabo en la ciudad de Barcelona. Es una campaña mundial que ya se ha realizado en otras ciudades como Londres o Nueva York. Según sus impulsores vivir como si Dios no existiera permitiría disfrutar más de la vida. Si fuera así los cristianos, vivirían bajo el peso de la culpa y estarían constreñidos por unas normas que les impedirían vivir plenamente y ser felices.

Las lecturas de hoy señalan justo lo contrario. En el evangelio Jesús se presenta como el liberador de los cautivos. La profecía de Isaías, que anunciaba el advenimiento de un Mesías capaz de romper todas las ataduras que impiden la plenitud del hombre se cumplen hoy. Ese hoy, es también el nuestro, puesto que Jesús sigue vivo en su Iglesia y continúa acercándose a los hombres para otorgar su salvación a quien la reciba con fe. Jesús es quien trae la verdadera libertad y, por tanto, permite gozar plenamente de la vida.

El disfrute que pretenden los impulsores de la campaña atea es más bien un sucedáneo de la felicidad. Les molesta Dios, pero al negarlo no responden a las exigencias del corazón del hombre; no proponen una alternativa plausible. Lo que hacen es decir que lo mejor es gozar del momento presente y, en ese disfrute, en el que no hay normas ni límites, ocultan el verdadero anhelo del hombre: la libertad y felicidad que todos deseamos.

Frente a ese divertirse sin horizonte, que acabará con el mazazo inexorable de la muerte, nos dice san Juan en la primera lectura: “Sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo”. Hay un gozar de la vida que se nos presenta como un claudicar a la tiranía de este mundo. La esclavitud toma aquí la forma de la diversión. En ella se nos oculta lo que verdaderamente deseamos y se recorta nuestra mirada sobre la realidad. Dios, nos dicen, oscurece la comprensión del hombre y del mundo. Basta con echar un vistazo a la historia, aunque sea somero, para desmantelar dicho planteamiento. San Juan, por el contrario, nos dice que en el camino abierto por Jesús en la historia, que conlleva el mandamiento del amor, con todas sus exigencias, se da una victoria sobre el mundo que pretende tiranizarnos.

La clave está en ese amor, auténticamente deseado por todos los hombres, que nos parece imposible. Ahí opera también la mentira de este mundo, que ha reducido el amor a sentimentalismo, hedonismo, materialismo o autoestima, y por tanto nos ofrece sólo una caricatura que, además, esconde una trampa. Pero ese amor, don de Dios, es posible porque Jesús lo ha traído al mundo. Por eso hay que creer en Él y nos dice san Juan al final del fragmento que hoy leemos: “Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe”.