Hoy, lo primero, os pido una oración por un sacerdote y amigo que ha tenido un accidente, para que todo se quede en un susto y no le queden secuelas.
Alguna vez he tenido que ir a un psiquiátrico a visitar a alguien (gracias a Dios siempre me han dejado salir). Normalmente los enfermos están muy sedados y te trasmiten más sueño que preocupación. Algunos piensan que te conocen de toda la vida y se lanzan a hablar contigo sin ningún tipo de cortapisas (esos se suelen poner bastante pesados), otros están encerrados en su mundo, viendo sus cosas y hablando con sus fantasmas. Hay muchos tipos. Lo que no he visto nunca es un loco que atraiga a la gente. Se me podría decir que Hitler era un loco, yo pienso que no, sabía bien lo que hacía y era un ególatra, pero no justificaré sus actos por la locura (aunque una vez en el poder se quedase un tanto tocado). Hay cosas que sí son de locos (como bajarse un certificado digital de Hacienda), o cosas que parece que hay que estar loco para hacerlas (peo suelen ir asegurados y con medidas de protección). A veces lo que no haríamos nosotros lo llamamos locura. Tal vez eso le pasó a la familia de Jesús.
“En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”. Pensaría la familia de Jesús que qué pintaba el hijo de un carpintero predicando a las multitudes. Lo suyo era una vida corriente, sin sobresaltos, esa forma de actuar no era normal.
Eso ocurre en ocasiones en las familias en las que un hijo quiere hacerse sacerdote o una hija ingresar e un monasterio. La familia piensa que han vivido tan bien hasta ahora sin que sus hijos tomen esas decisiones y lo califican de locura. Es algo prescindible, les saca de su situación y expectativas a la familia y piensas que sus hijo no está en sus cabales, que alguien le ha “sorbido el seso”. ¡Cuántas vocaciones han muerto por culpa de las familias y cuántos actos heroicos han tenido que hacer muchos jóvenes!.
Y si pensamos eso de los demás cómo no vamos a pensarlo de nosotros mismos. De vez en cuando el Espíritu Santo puede darnos la gracia para una decisión concreta en nuestra vida: vivir realmente la pobreza, tener otro hijo, hablar de Dios a ese amigo que está tan alejado, ir de misiones, colaborar con nuestro tiempo en algún voluntariado, dejar a esa amante que está hundiendo tu matrimonio, ….; pero cuando nos lo planteamos pensamos que es una locura, que no podemos, que no es lo nuestro. Y ciertamente no es lo nuestro, es de Dios y el lo hace más nuestro que nuestras manos. Entonces te vendrán a decirte (otros o tus propios pensamientos) que salgas de allí, que dejes de hacer oración, que te distraigas con cosas del mundo o que no te destaques en un mundo gris.
Pero qué es más cuerdo que parecer loco ante Dios. Tantos y tantos santos han vivido esa locura del amor divino que nos animan a decirle siempre que sí al Espíritu Santo, aunque otros se escandalicen.
La “locura” de la Virgen es contagiosa. Vale la pena decirle siempre ha Dios “hágase en mi según tu palabra”: