Realmente esto de la crisis económica es preocupante. Cada semana me entero de tres o cuatro personas que se han quedado en paro, teniendo que pagar la hipoteca, los gastos de los colegios, etc. El parado no puede quedarse parado, tiene que moverse (y mucho), para encontrar trabajo y luchar para no caer en la depresión. Esa depresión o, al menos, ese sentirse laboralmente despreciado, hace que a muchos que se quedan en paro les cueste más la vida espiritual, no quieren que les hables de rezos y oraciones. A veces no rezamos porque no tenemos tiempo por el trabajo y otras no rezamos porque no tenemos trabajo y no nos apetece. Así que la impiedad no es cuestión laboral, está dentro de nuestra falta de amor. Hay que seguir rezando por los parados y que los parados no paren de rezar, no por que Dios les vaya a encontrar un trabajo sino porque Dios nos quiere en activo, en paro, enfermos o discapacitados.
“Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”. El Señor nos deja una tarea ingente, en la que no hay paro. Escuchamos este Evangelio en la festividad de San Marcos, autor del segundo Evangelio. De San Pablo nos dicen que seguramente fue el joven que vestido sólo con una sábana estuvo en el huerto de los Olivos y que al ir a ser apresado huyó desnudo. Acompañó a San Pablo (“Os he escrito esta breve carta por mano de Silvano, al que tengo por hermano fiel, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Manteneos en ella. Os saluda la comunidad de Babilonia, y también Marcos, mi hijo. Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno. Paz a todos vosotros, los cristianos.”), y escuchó de San Pedro los relatos que plasma en su Evangelio, el más breve de los cuatro.
Podemos imaginarnos los encuentros de San Marcos y de San Pedro, las cosas que dirían llenos de vergüenza: “Yo huí” “Yo le negué tres veces”. Pero Jesús resucitado no les trae una recriminación, ni les echa en cara su falta de valor, les trae la paz. El Señor les confía a ellos el anuncio de la buena noticia de nuestra redención. Dios no quiere un grupo de elegidos, sabios, valientes y de demostrada fidelidad. Dios sabe que nosotros no podemos, por eso nos da el don del Espíritu Santo que es el que nos capacita para la misión. El próximo fin de semana habrá en Madrid un encuentro de la infancia misionera, espero que muchos niños se animen a participar. Para la misión de la Iglesia todos somos niños, pequeños y necesitados, pero los dones del Espíritu Santo hacen que hasta un niño pueda ser misionero, testigo del Evangelio, aunque sólo sea con una sonrisa o con unas ilusiones nuevas cuando a veces los mayores las tenemos tan gastadas.
La mies es mucha, en la evangelización no hay parados. Sea cual sea tu situación laboral el Señor cuenta contigo. A algún parado que le digo que tiene una oportunidad estupenda de conocer mucha gente, saliendo del pequeño círculo de su trabajo anterior, y tal vez pueda dar una palabra de aliento a muchos otros, me miran como si estuviera un poco zumbado. No es así, comprendo que el paro es una tragedia, pero nuestra vida no es un drama, Dios cuenta con nuestra pobreza: “Queridos hermanos: Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos”. Saber que Dios cuenta con vosotros “os restablecerá, os afianzará, os robustecerá” y se buscará trabajo, al menos, con una sonrisa en el corazón.
San Marcos debió conocer, y bien, a la Virgen. Cerca de ella no pasaría vergüenza de contar su huida y sacaría fuerza en los duros trabajos del Evangelio. Hoy encomendamos a ella a todos los parados, para que no paren de Evangelizar, de ser misioneros y pronto encuentren trabajo para el sustento de su familia.