Hace un tiempo conocí a un buen profesional, joven -aún no había llegado a la mayoría de edad-, era muy valorado en su trabajo. Realmente le gustaba y siempre estaba pensando en cómo mejorarlo. Era capaz de organizar cuadrillas de trabajo especializado según la tarea que se plantease, ayudaba a otros a realizar bien su trabajo ya que venían a buscarle consejo y cooperación, lo que solía hacer a gusto. Cuidaba los detalles, le gustaba que las cosas se hicieran bien y exigía a los que cooperaban con él las mismas facultades. a pesar de su juventud estaba muy bien considerado en ese mundo y en cuanto se reincorpore a la vida activa es seguro que no le faltará trabajo, si quiere. El único defecto es que trabaja de ladrón. Roba, pero roba bien. Es curioso como muchas veces “los malos” cuidan más los detalles que los buenos. No hay más que verlo en televisión aunque hemos mejorado mucho, hace unos años los programas religiosos eran infumables, mientras que los de entretenimiento se cuidaban al milímetro. Hay que cuidar las cosas, las celebraciones, los despachos, la presencia, las palabras y no por mojigatería sino por profesionalidad y amor de Dios, los detalles pequeños construyen las grandes traiciones.
“Pedro recorría el país y bajó a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacia ocho años no se levantaba de la camilla. Pedro le dijo: -«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y haz la cama.» Se levantó inmediatamente.” Me ha llamado la atención ese “haz la cama”. Le podía haber dicho que bailase una jota o que corriese cien metros lisos. No, lo primero que tiene que hacer es la cama. Tal vez esta mañana no hayas hecho la cama (tal vez lleve sin hacerse unos cuantos días, eso nos pasa mucho a algunos curas que vivimos solos), y pensamos que da igual. “Para que hacerla si la voy a volver a deshacer por la noche” sentenciaba un amigo mío. Pues te diré, si eres incapaz de hacer la cama por la mañana que es lo que tienes que hacer no creas que serás capaz de hacer grandes cosas por el Evangelio, aunque a ti te parezca que si. Con “hacer la cama” quiero decir hacer lo que tienes que hacer en cada momento.
Muchas veces el diablo nos va a tentar con los sueños, los grandes ideales, y no porque sean malos sino para que olvidemos lo que tenemos que hacer en ese instante. Seríamos como el ladrón que pensando robar el oro de Fort Knox se le olvida que sería bueno sacar el pasaje para ir a Estados Unidos.
“En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: -«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: – «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: – «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.” Nosotros oímos el discurso del pan de vida y no nos parece tan duro como para abandonar al maestro, pero es que estamos acostumbrados a ser creyentes chapuceros, escuchamos pero no oímos. Sólo el que se alimenta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo puede tener vida en él y ser de Cristo, pero nosotros asistimos (o ya no), a la Eucaristía como un rito vacío, comulgamos pensando en lo que tarda el de delante, nos marchamos antes del podéis ir en paz y llegamos un poco antes del Evangelio. No me meto con los que tiene que hacerlo, por el motivo que sea, pero me preocupan los que se piensan que lo hacen bien. De pronto un día se marchan, la fe se enfría, la esperanza se vuelve una palabra vacía y la caridad comienza y acaba por uno mismo. Cuando te inquiete algo, ya sea en la celebración, ya sea en la vida de tu fe, cuando te consideres indigno o te creas vacío, cuando pierdas la alegría o las cosas te cuesten mucho, cuando se levanten las pasiones y el hombre viejo parezca que despierta de lo que creías que era su tumba, acuérdate de Pedro (tan cobarde y con tan poco entendimiento como nosotros) y dile al Señor: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» Seguramente oigas una voz interior que te diga solemnemente: “¡Anda, vete a hacer la cama!” No creas que te va a pedir imposibles.
A este ladronzuelo del comienzo tengo que presentarle a la Virgen María, ella es la princesa de los ladrones y, si se deja, le robará el corazón y se lo llevará a Cristo. Ponte a tiro para que ella te robe también el tuyo. Mañana rezar un poquito por mi y mis compañeros que hacemos unos cuantos años de sacerdocio.