Comentario Pastoral
EL ESPÍRITU DE PENTECOSTÉS

Cuál es el Espíritu de Pentecostés? Es el Espíritu creador y renovador de la faz de la tierra. El que hizo surgir mil imágenes y semejanzas de Dios, el que lo manifestó gozosamente visible en la creación, creando un mundo espléndido de formas y figuras de seres llenos de sentido, de animales y plantas. El que moldeó al hombre para que poblase la tierra.
Es el Espíritu que habló por los profetas, hombres sacados de entre los hombres, de labios balbucientes y corazones tímidos y asustadizos, pero que fueran tocados por la inspiración de lo alto para hacer sonar la palabra de Dios que era anuncio, examen, liberación, gozo, cercanía, paz, perdón, exigencia y alianza. La violencia de lo divino les impulsó a ser punto de referencia del auténtico diálogo humano.
Es el Espíritu de la Encarnación en la plenitud de los tiempos. El rayo de la gracia divina que tocó a una virgen nazarena y provocó la respuesta más hermosa y más limpia en la historia de los hombres. El «sí» de la Anunciación la hizo portadora de la Palabra de Dios. Desde el silencio fecundo de la Virgen nos fue revelado el gran mensaje y entregada la salvación, hecha carne de niño. Por eso la Madre de Jesús es la esposa del Espíritu Santo.
Es el Espíritu que provocó la inspiración de Isabel, al sentir brincar en su seno al hijo aún no nacido. El Espíritu que movió a profetizar al mudo Zacarías y empujó al anciano Simeón hacia el templo, para que viese una luz gloriosa y tuviese en brazos «la vida».
Es el Espíritu que resplandece en todas las acciones y palabras de Jesús, el Hijo de Dios, que anuncia la buena noticia de la salvación, escruta los corazones, revela la verdad, repara el mal, consuela a los afligidos y fortalece a los débiles. Es el Espíritu que le hizo obediente hasta la muerte y le resucitó para la vida eterna.
Es el Espíritu que da comienzo a la Iglesia y la extiende con la vivacidad del relámpago. El Espíritu que posibilita creer en el Evangelio, despierta todos los corazones, hace fecundas nuestras obras, inspira nuestras plegarias y nos convierte en testigos del verdadero amor.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés
santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones,
derrama los dones del Espíritu sobre todos los confines de la tierra
y no dejes de realizar hoy en el corazón de los fieles,
aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica.



Oración colecta


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 2, 1-11

Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30.31 y 34

san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

san Juan 20, 19-23

Comprender la Palabra

VIGILIA DE PENTECOSTÉS

Oportunamente escuchamos, en la Lectura del Evangelio de la Misa de la Vigilia, la Promesa del Señor de enviarnos su Espíritu Santo; Promesa, que leemos cumplida en la Lectura del Evangelio de la Misa del Día.

El Señor promete el Don del Espíritu Santo bajo el símbolo del agua. Jesús asiste a la Fiesta de los Tabernáculos, durante la que se derramaba abundantemente agua sobre el altar de los Holocaustos en el Templo de Jerusalén en acción de gracias e impetración de lluvia necesaria para la sementera otoñal. Pero aquella agua anunciaba proféticamente a quien es el «Agua» -Cristo, su Espíritu-. Por eso, nos dice: «El que tenga sed que venga a Mí el que cree en Mi que beba…de sus entrañas manarán torrentes de agua viva». Recordemos que Jesús, en su diálogo con la Samaritana dirá lo mismo: «El que beba del agua, que Yo le daré nunca más tendrá sed…se convertirá dentro de él en un surtidor de agua, que salta hasta la vida eterna».

El Evangelista observa que Jesús «se refería al Espíritu, que iban a recibir los creyentes y que todavía no se había dado, porque Jesús no había sido glorificado». En efecto, el Señor Jesús resucitado, glorificado, -escuchamos en el Evangelio del Día- exhala su aliento -su Espíritu sobre los discípulos; y en la fa Lectura de la Misa del Día de los Hechos nos describe la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.

El Espíritu Santo, «el Agua viva, que apaga toda sed», que el Señor Jesús resucitado glorificado, ha «derramado» sobre nosotros (en el Bautismo) y nos ha dado a beber (en la Eucaristía), es quien hace suyos «nuestros gemidos», intercediendo por nosotros con gemidos inefables», avivando en nosotros «la esperanza» y «fortaleciendo nuestra debilidad» para que «aguardemos con perseverancia la hora de ser (plenamente) hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo». (Lectura anterior a la del Evangelio).

Las cuatro Lecturas del Antiguo Testamento (a elegir) nos describen sucesos u oráculo: proféticos, que evocan y anuncian el Acontecimiento de Pentecostés.

PENTECOSTÉS

Con este Domingo, el Octavo de Pascua, clausuramos el Tiempo Pascual, la Cincuentena Pascual, Pentecostés significa “cincuenta”.

En Pentecostés celebramos también el Acontecimiento de la Pascua, fijando la atención en su última Fase. En envío -efusión- del Don del Espíritu Santo. “Recibid el Espíritu Santo – les dice el Señor Resucita
do a los discípulos, reunidos en el Cenáculo. El Espíritu Santo se les comunica a los discípulos a través de dos grandes símbolos: 1) El Aliento vital (espíritu significa “aliento”): “Exhaló el Señor su aliento sobre ellos”. Y el otro símbolo 2) El fuego: “Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas, posándose encima de cada uno. Y se llenaron de Espíritu Santo”.

Los agraciados reciben el Don del Espíritu Santo con vistas a la misión – la Misión de la Iglesia-: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío Yo” (lectura del Evangelio): “Y comenzaron a hablar en lenguas extranjeras… cada uno les oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.

Son enviados – en ellos la Iglesia de todos los tiempos – con la fuerza del Espíritu Santo, a anunciar con signos y palabras el Misterio Pascual (el Kerygma) cumplido en Cristo y que ha de cumplirse también en nosotros, en seguimiento de Cristo.


Entre los signos expresivos – signos sacramentales – del Don del Espíritu Santo el Apóstol menciona (2ª Lectura) los dos grandes Sacramentos Pascuales: el Bautismo (con la Confirmación):”Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo Cuerpo”; y La Eucaristía (el cáliz de la Eucaristía): “y todos hemos bebido de un solo Espíritu”.

El Mismo Cristo, en la Lectura del Evangelio se refiere al Sacramento de la Penitencia, también Sacramento de la Pascua: “A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis (con vistas al perdón) les quedan retenidos”. Todos los Sacramentos son Pascuales y todos los sacramentos son “Espirituales” , sacramentos del Espíritu. En las celebraciones de todos los Sacramentos aparece de modo relevante el gesto de la Imposición de las manos, signo expresivo, eficaz, de la comunicación del Don del Espíritu Santo, el Espíritu del Señor Jesús resucitado.




Avelino Cayón


celebrar mejor


Vigilia de Pentecostés

La Celebración de la Pascua del Señor alcanza su culminación en la solemnidad de Pentecostés. Cristo resucitado ha dejado en su lugar, y como arras de la promesa, al Espíritu Santo. Puede ser conveniente celebrar la tarde/noche anterior una vigilia de oración. Hay que tener en cuenta que ésta, a semejanza de la vigilia pascual, es meditación de la Palabra de Dios. La última edición del Misal Romano propone la celebración de la Misa de la vigilia de forma más extensa, con o sin Vísperas incorporadas, abundantes lecturas bíblicas: cuatro del Antiguo Testamento, cada una con su salmo responsorial y oración, una paulina y el evangelio.
Las lecturas de la vigilia hablan una y otra vez del Espíritu Santo en cuanto promesa del Antiguo y Nuevo Testamento. En Babel el Señor confundió la lengua de toda la tierra (Gén 11,1-9). El Señor bajará al monte a la vista del pueblo en la alianza del Sinaí (Ex 19,3-8a.16-20b). La impresionante visión de los huesos secos es un anuncio de la resurrección del pueblo: «os infundiré mi espíritu y viviréis» (Ez 37,1-4). La espléndida promesa: «sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu» (JI 13,15). La lectura del Nuevo Testamento es como un eco de esta profecía de Joel, habla de la acción del Espíritu en el corazón de los creyentes: «el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,22-27). El cuadro se completa con el anuncio hecho por Jesús en la fiesta de los Tabernáculos: «El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva» (Jn 7,37-39). Jesús se refería al Espíritu Santo que habrían de recibir los creyentes, Espíritu que brotó del costado de Cristo en la cruz.
«Dios todopoderoso y eterno, que has querido que la celebración de la Pascua durase simbólicamente cincuenta días y acabase con el día de Pentecostés; te pedimos que los pueblos, divididos por el odio y el pecado, se congreguen por medio de tu Espíritu y que las diversas lenguas encuentren su unidad en la confesión de su nombre».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:


Tobías 1,3;2,1b-8. Tobit procedía con sinceridad.

Marcos 12,1-12. Agarraron al hijo querido, lo mataron y lo arrojaron de la viña.

Martes 3:


Tobías 2,9-14. Estuve sin verte.

Marcos 12,13-17. Lo que es del César, pedidselo al César, y lo que es de Dios a Dios.

Miércoles 3:

Tobías 3,1-11a. 16-17a. El Dios de la gloria escuchó la oración de los dos.

Marcos 12,18-27. No es Dios de muertos sino de vivos.

Jueves 3:
Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. La Iglesia actualiza a través de los tiempos el único e irrepetible sacerdocio de Cristo.

Isaías 52,13-53.12. El fue traspasado por nuestras rebeliones.

Hebreos 10,12-23. Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios.

Juan 22,14-20. Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre.

Viernes 3:
San Bonifacio (673-754), obispo de Maguncia, asesinado por unos paganos.

Tobías 11,5-17. Si antes Dios me castigó, ahora veo a mi hijo.

Marcos 12,35-37. ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

Sábado 3:
San Norberto (1080-1114), obispo de Magdehurgo, predicador en Francia y Alemania, fundador de los Premonstratenses.

Tobías 12,1.5-15.20. Bendecid al Señor, yo subo ahora a Dios.

Marcos 12,38-44. Esa pobre viuda ha echado más que nadie.