Durante 24 horas voy a estar cableado, me han puesto un Holter para ver qué narices hace mi corazón y menos mal que uno siempre lleva camisa, si fuera socorrista parecería Terminator al final de las películas, siempre con todos los cables al aire. Es un cacharrito muy pequeño, me imagino que en un par de años le añadirán un MP3 para oír música mientras lo llevas puesto. El aparatito sólo recoge información, como van los latidos, y después se chiva al médico. El bicho este no hace nada propio, sólo recoge datos, pero de ellos dependerá que el médico me diga que deje de fumar de una vez por todas (entonces volveré a estar cableado, pero en serio). Pero la salud no depende de uno mismo, ni del Holter, ni de lo comprensivo que sea el médico (por cierto, D. Fernando va mejor, pero seguir encomendándole). Ahora se habla mucho de vida y hábitos saludables, pero nadie diría que el mejor médico es el que dice al paciente con peritonitis: “No se preocupe, esto es muy común, siga comiendo fabada.” Por eso me extraña que cuando se cuida tanto la salud del cuerpo se cuide tan poco la salud del alma.
“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.” Muchos siguen confundiendo la liberación del pecado con la inexistencia del mismo. Es distinto el médico que te cura una enfermedad que el que no tienes nada porque no sabe diagnosticar, o le dan grima las enfermedades. Todavía hay personas que buscan al sacerdote que les diga lo que más le conviene y, tristemente, todavía se pueden encontrar sacerdotes dispuestos a saltarse ala torera toda la moral de la Iglesia. Jesucristo no viene a decir que no era pecado lo que era pecado, viene a decir que no era pecado lo que no era pecado y a poner la regla moral (del comportamiento del hombre) no en la pura ley, sino en el amor de Dios que es mucho más exigente. No podemos cambiar la ley de Dios, Dios no se contradice. Lo que Jesús nos hace ver es que no se apoya en el cumplimiento de los hombres, sino en la misericordia de Dios.
“Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida.” Muchas veces nos empeñamos en hacer cosas por Dios, sin darnos cuenta que es Dios el que hace cosas en nosotros. Podemos intentar esquivar la ley, trampear y buscar nuestra comodidad apoyándonos en argumentos de autoridad, pero cuando pecamos no estamos haciendo algo contra Dios (poco le podemos hacer), sino rechazando la gracia que gratuitamente nos ofrece. La alianza nueva ya ha sido sellada en Jesucristo, sólo tenemos que adherirnos a ella, no inventarla. Ese es el ministerio del perdón, hemos sido reconciliados en Cristo Jesús, unámonos a ese misterio de misericordia.
La Virgen dijo su sí firme de adhesión al Espíritu Santo, se unió entrañablemente a Cristo, se hizo esclava del Padre, que como ella sepamos no cablearnos buscando nuestra propia salvación, sino unirnos a la salvación que Cristo trajo.