«Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza». Me he quejado muchas veces, desde esta página, de que los jóvenes de hoy no saben enamorarse. Sus «rollos» (que así se llaman por estos pagos) consisten en una mera «asociación para el lucro», en una conjunción de egoísmos. Pryca y Continente han decidido que se enriquecerán mejor juntos, y han formado Carrefour. El BSCH es la lucrativa unión de los bancos de Santander, Central, e Hispanoamericano… Hablan de «amor», y mucho, pero «amor», para ellos, designa una sensación corporal, un vértigo alucinante. «Amor» es «pasarlo bien». Hay amor cuando alguien lo pasa bien conmigo y yo lo paso bien con él… Desde semejante punto de partida, entender el evangelio es absolutamente imposible. Y, alcanzado semejante punto de llegada, uno se vuelve completamente imbécil.

Pero si el amor no es eso; si el amor es una realidad sagrada con vocación de eternidad; si en el fondo de todo hombre hay un deseo de ser amado «para siempre» y una invitación apremiante a amar «para siempre» (¡Y la hay!), entonces semejante juego de intereses, más aún que una frivolidad, es una profanación sacrílega. Si calo un poco más hondo, y miro un poco más despacio, descubriré que no todo el que se lo pasa bien conmigo me quiere de verdad. Muchos se lo pasan bien conmigo, y quizá yo con ellos, porque nos estamos utilizando mutuamente. Pryca y Continente no se quieren; se necesitan. Tampoco se aman todos aquellos que se dicen «te necesito». Cuando quiera conocer quién me ama de verdad, tendré que mirar de frente al Crucifijo: «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza»… No me ama de verdad quien se ha enriquecido conmigo, sino quien se ha empobrecido por mi; no me quiere quien ha comido conmigo, sino quien pasa hambre por mí. Por eso, mirando a la Cruz, no tengo la menor duda de que Jesús me quiere… El Calvario no es un «rollo de verano», sino el lugar sagrado en que la vida y el amor se hacen eternos.

«Madre del Amor Hermoso»… Me gusta la advocación. Viene del Antiguo Testamento, del libro del Eclesiástico. Me gusta más desde que he aprendido que el amor se hermosea al pasar por la Cruz: «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza».