¿Cuántos Padrenuestros habré rezado en mi vida?… ¡Pufffffff, vaya usted a saber!
Sólo con los del Rosario hacen cinco al día, más el de la misa seis, más tres que rezo por la mañana nueve, más dos de laudes y vísperas diez. Diez al día. Al año, por tanto, 3650 Padrenuestros, y 36500 en diez años… ¡Bueno, muchos, muchísimos Padrenuestros!

¿Queréis creer que, hasta hace un año, cuando ya iba por mi Padrenuestro número ciento-y-no-sé-cuántos-mil y pico, no me di cuenta de que yo, un pobre hombre, estaba pidiendo por Dios? «Santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad…»
«¡Señor! ¡Estoy pidiendo por ti! ¡Llevo un montón de años pidiendo por ti, y no me había dado cuenta!… ¿Te han servido mis oraciones? ¿Estás mejor?».

Pero… ¡Un momento! ¡Para la cinta, Gaspar! ¿Qué pinto yo pidiendo por Dios?

«¡Señor! ¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso estás Tú necesitado de que nadie eleve al cielo oraciones en tu favor? Además, ¿A quién se dirigirían esas oraciones, si no hay otro Dios fuera de Ti? ¿A Ti mismo? ¿Es que voy a pedirte «a Ti» «por Ti»? ¿Te estoy pidiendo que te cuides, como si estuvieras constipado y tuviera yo que recordarte que te pongas la bufanda al salir de casa? No entiendo, Señor. Acabo de descubrir que no entiendo el Padrenuestro».

– «Sí, Fernando; me estás pidiendo por Mí. Estás orando por Dios, porque ésa es la mejor forma de orar por ti mismo y por la Humanidad entera. Estoy enfermo, porque me duelen mucho los hombres. Estoy enfermo, porque mi Nombre en la tierra no es santificado. Apenas se pronuncia; pocos lo proclaman, y muchas veces, cuando entre los seres humanos se oye la palabra «Dios», es para trivializarla o profanarla. Estoy enfermo porque me duele muchísimo la Tierra; se ha cerrado sobre sí misma, y se obstina en no recibir la Sangre nueva de mi Reino. Por eso está muy infectada de soberbia, y es toda ella un gran dolor. Estoy enfermo porque me duelen los corazones de mis hijos. No se cumple en ellos mi Voluntad, sino su capricho y su interés. ¿Entiendes ahora, Fernando?

¿Entiendes que estoy muy enfermo, y que debes rezar por Mí el Padrenuestro?».

«Entiendo, Señor. Ahora entiendo. Y ahora sé que, antes aún de que tu Hijo nos enseñara a orar, ya una Mujer pidió por ti, cuando dijo: «Hágase en mí según tu Palabra». Cuídate; es decir, cuídanos».