Dios es justo y corrige rectamente a quien lo necesita. Basta que ayer hablásemos de ir por una casa a oscuras para que esta noche pasada se hayan fundido los los plomos de la casa. Así que bien tempranito, antes de salir el sol, estaba afeitándome a la luz de una vela. Por la tarde llegó el electricista. Menos mal que era un buen profesional y sabía buscar la avería. Destapando una caja ya sabía en que zona de la casa estaba la avería; luego tocando un par de cables más llegó a la lámpara alógena que estaba pisando el cable y provocaba el corto. Así que en quince minutos arreglado (nada más irse han vuelto a saltar los automáticos, pero espero que sea una simple casualidad). Si yo hubiera intentado buscar esa avería habría tardado meses, por eso hay que recurrir a los profesionales. Quien quiera un bautizo que me busque, quien quiera buscar una avería que busque a un electricista.
“Al hacerse de día, salió (Jesús) a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.” ¡Qué importante es buscar a Cristo!. ¡Qué importante es dejarse encontrar por Cristo! Pero muchos buscan donde no deben, donde no está Cristo, preguntando a quien no sabe. El otro día me contaba un señor ya metidito en años, al que yo conocía como fiel católico practicante, que ahora había dejado bastante de ir a Misa, me decía las vergüenzas de la Jerarquía y las incoherencias (de los demás). Indagando un poco más ya me contó que un sacerdote le estaba mandando cada semana por correo electrónico las reflexiones de un religioso díscolo. Me ofreció mandármelo, pero le ahorre el esfuerzo, ya hay bastante bueno que leer como para empaparme con las reflexiones de un resentido. Son palabras fuertes, pero cuantas veces (por un lado y por otro, si se me permite hablar así), sacerdotes, religiosos y religiosas han enseñado caminos equivocados para encontrar a Cristo. Han querido quedárselo para ellos y quien no fuese a su pueblo no podía encontrar al Señor. Han “capado” a la Iglesia de su universalidad, de su esencia y han convertido al católico, al universal, en un provinciano. Han renegado de quien les dio a conocer el Evangelio y derramó sobre ellos la gracia.
Pero nosotros sabemos dónde escuchamos por primera vez esta buena noticia, y no queremos quedarnos encerrados en nuestros complejos: “Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios.” No nos avergonzamos de la Iglesia, pues nosotros somos parte de ella. Participamos y aumentamos sus pecados y participamos y aumentamos su caridad. Quien busque a Jesús fuera de la Iglesia sólo se encontrará con su caricatura. Claro que la Iglesia es pequeña, débil y pecadora, es como un espejo de nuestra vida. Pero si intentamos buscar a Cristo sin acudir al especialista, tal vez estemos buscando toda la vida y nunca le encontremos. Tal vez nos encuentre Él, nos llevará a la Iglesia y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Nuestra Madre la Virgen, la Madre de la Iglesia, nos ayude a quererla cada día, a meternos más en la entraña de la Iglesia no para darle patadas, sino para amarla más y mejor.