«Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo». Es una frase enigmática, y quizá pocas veces nos hemos detenido a considerarla. Sin embargo, muchas veces, por limosna entendemos, precisamente, dar «lo de fuera»: entregamos un dinero a quien nos pide en la calle… pero el dinero es externo a mí, por más que me duela el bolsillo cuando lo suelto. Entregamos nuestro tiempo a los demás, y hacemos una excelente limosna…

Pero mi tiempo también es externo a mí; yo sigo siendo el mismo, aunque más cansado, después de haber entregado mi tiempo. Entregamos una sonrisa, un gesto amable, y no hay duda de que se trata de una limosna excelsa… Pero mi sonrisa tampoco soy yo; en muchas ocasiones, ni se me parece.

¿Qué es dar limosna «de lo dentro»? Sólo el mismo Señor puede desvelar el contenido de sus palabras de Vida: mírale a Él, crucificado. Cuando ha querido hacerte una limosna, no se ha conformado con entregarte dinero (no lo tenía), ni su tiempo (aunque te ha regalado la eternidad), ni una sonrisa (a pesar de que te mira sonriente desde el cielo en todo momento): te ha dado su sangre, se ha dejado abrir y ha derramado lo que contenían sus entrañas para que tú y yo quedáramos limpios. Nos ha dado «de lo de dentro»; se nos ha dado Él mismo. Y así, por la gracia, tú y yo nos estamos viviendo la Vida de Cristo.

Dar «de lo de dentro» es entregarse, más que «entregar»; es poder decir: «aquí me tienes, he venido a servirte; cuentas conmigo». Dar «de lo de dentro» es ofrecer la vida por el ser amado. Dar «de lo de dentro» es vaciarse hasta consumirse sin haber probado ni una gota de la propia existencia.

Te me has dado, Señor, por completo, y hoy quisiera yo que Tú te vivieras mi vida. Quisiera renunciar a todo para ser agua que refrescara tus labios secos en la Cruz; quisiera clavarme allí contigo y contigo ofrecerme, para así hacerte compañía. Pero, como no sé hacerlo (¡Bien lo sabes!), me asiré a las faldas de tu Madre, que es la mía, y, acompañándola a Ella, a ti te acompañaré. Lo dije de pequeño, y ahora quiero repetirlo: «tómalo, tuyo es, mío no».