Vale, ya sé que la palabra con la que he titulado este comentario no existe, pero no me quería referir a pequeñeces, ni a cosas nimias o poco importantes. Llamo “pequeñadas” a las cosas pequeñas, pero muchas veces más importantes que las cosas grandes. Por ejemplo, en la parroquia hemos pasado de 35 niños de catequesis a 200, la labor es la misma, anunciar el Evangelio, pero algo cambia al aumentar el número. “Pequeñada” es también ese papel que nunca llega y que te impide tener licencia de construcción (eso todavía no nos ha pasado, aún no la hemos pedido, pero seguramente pasará), sólo es una firma, pero hasta que no esté te tiene detenido. Las “pequeñadas” son las cosas que realmente fastidian (si las cosas grandes no salen ya sabes que cuentas con ese riesgo, pero las “pequeñadas” “deben” salir), y las que realmente te alegran la existencia, son las cosas con las que no has contado y al encontrarte con ellas te alegran la existencia.
“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.” Muchísimas veces hemos escuchado este texto, lo hemos leído, pero a lo mejor no hemos dado gracias al leerlo. Puede parecer una pequeñada, pero sólo cuando demos gracias al escucharlo seremos capaces de entenderlo, de que nos cale hasta el fondo. Hoy celebramos a Santa Teresa de Jesús, leyendo el libro de su vida nos damos cuenta de la cantidad de cosas que parecen sin importancia que forjan la vida de un santo. No hay en ella grandes cosas, acontecimientos importantísimos, hechos que cambien el curso de la historia. No, es la historia de dejar que Dios entre en las cosas más pequeñas de nuestra vida, en las que parecen sin importancia, en las pequeñadas de nuestro existir. En esas cosillas está la sabiduría: “El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y confiado en ella no fracasará.” El día de Santa Teresa es un buen día para tomar una “determinada determinación” sobre alguna cosa pequeña pero importante. No hay que pedirle hoy a Dios que nos dé grandes gracias, nos aclare nuestra vocación o arranque de raíz nuestros vicios o manías. Hoy es el día de pedirle a Dios que nos de la gracia para ordenar la mesa, hacer esa llamada a un amigo que llevamos tiempo retrasando, dedicar un rato a hacer los deberes con tus hijos,… lo que se te ocurra, pero que sea una pequeñada. Puede ser que cuando metas a Dios en esas cosas pequeñas, entre los pucheros, le descubras en las cosas grandes.
Vamos a pedirle hoy a nuestra Madre la Virgen y a Santa Teresa que nos haga sencillos para descubrir a Dios en lo pequeño y, solamente así, le encontraremos en lo grande.