Parece que portarse bien no trae cuenta. Un día me contaba un chaval que para una vez que había ayudado a un colega de la calle le pilló la policía y lo metió en un centro de menores. En otras ocasiones había hecho verdaderas tonterías y maldades: robar, asustar, drogarse, traficar,… peor para una vez que fue a ayudar a un amigo le encerraron. Hasta entonces había hecho lo que le daba la gana (si lo que le da la gana a uno es vivir en la calle, pasar hambre y frío, perder el sentido de la realidad y convertirse en un poco esquizofrénico), pero ahora estaba encerrado. Y tenía razón el chaval, portarse bien por portarse bien no trae cuenta. Muchas veces hemos reducido la vida cristiana a una moral, a una serie de conductas no escandalosas o a una vida más bien gris, que no desentone del ambiente general. Eso es un rollo, muy aburrido. Ser cristiano no es portarse bien, es ser de Cristo.
“Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonzáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.” A mitad de escribir este comentario ha llegado una familia para celebrar un funeral. Gracias a Dios les dije que pasasen antes a contar un poco de la vida del fallecido al sacerdote que iba a celebrar. El sacerdote había preparado la predicación sobre las vírgenes necias que no estaban preparadas para el momento de la muerte y la necesidad de preparase a bien morir. Cuando se ha enterado que el difunto falleció alcohólico en un bar ha decidido cambiar de predicación (aunque orará con todo fervor por él, y seguro que vosotros también). Aunque los actos de las personas no nos parezcan buenos no podemos juzgarles nunca. ¡Qué lástima te da cuando alguien te dice: He tirado mi vida a la basura!. Peor ese tira la vida no te lo suelen decir los que hacen cosas malas, te lo suelen decir los que no hacen nada, los que han perdido el tiempo, los que nunca han seguido los dictados de su corazón o de la gracia de Dios que actúa en ellos y han hecho “lo que se esperaba de ellos”. La imagen de un Jesús moralista, que predica la paz y los besos al aire se choca de frente con el Evangelio de hoy: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.” El que es de Cristo no tiene reparos en llamar la atención, en levantarse contra las modas y el aburguesamiento de la sociedad, en denunciar las injusticias y en hacer algo para remediarlas. Estamos “al servicio de la justicia”, es decir, para hacer las obras de Dios aunque nos acarreen la persecución, el desprecio o la muerte.
Ahora se habla de la crisis de los 30, cuando uno se da cuenta que ha tirado su vida a la basura, que no le llena la carrera que ha estudiado, el trabajo que ha encontrado, la mujer o el marido con que se ha casado. Han tenido una vida llena de portarse bien, pero vacía del fuego que nace de la acción del Espíritu Santo en ellos.
“Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús” y por eso no tenemos miedo a perder la vida o a que nos denigren y desprecien, mientras no despreciemos nosotros el don de Dios. No se trata de hacer cosas buenas, se trata de dejar hacer a Dios por nuestro medio. Y así gente buena se convierte en gente santa. Y gente mala, que parece que no tiene solución, puede convertirse y convertirse en gente santa. No hay nadie perdido si es capaz de conocer el Amor.
Nuestra Madre la Virgen fue muy valiente diciéndole que sí al Señor. Se jugó su reputación, su futuro, sus amistades e incluso la vida; pero ese sí llenó plenamente se vida en esta tierra y su vida eterna junto a su Hijo y abrazándonos a todos como madre amorosa, que ella nos ayude a empezar a arder en el amor de Dios.