Sb 7,22-8,1; Salm 118,89-91.130.135.175; Lucas 17,20-25

Encontramos en la primera lectura un elogio de la Sabiduría. Se trata de un texto que nos permite descansar. Existe una tendencia a buscar siempre aplicaciones prácticas en los textos de la Biblia. Nos hemos acostumbrado mucho a preguntar a la Palabra de Dios qué hemos de hacer o a buscar un significado para nuestra vida. Ciertamente siempre hay aplicaciones prácticas, pero la primera lectura de hoy, principalmente, eleva nuestro espíritu y le lleva a decir: ¡Qué grande es Dios!

La Sabiduría se toma, en ocasiones, como imagen de Jesucristo, el Hijo por quien fueron creadas todas las cosas. A veces se interpreta como imagen del Espíritu Santo, pero también se la toma como indicio de la providencia con que Dios gobierna todo el Universo. Es un reflejo de su inteligencia y de su amor. Por ello se puede tomar como figura de varias realidades.

Sea como sea, nosotros descansamos al leer este texto. Se señalan, en el inicio, varias propiedades que nos descubren la belleza de la Sabiduría. Todos los calificativos nos llevan a considerar su inmensidad. Es un espíritu puro, único y múltiple al mismo tiempo. San Agustín dice algo parecido al ponderar la grandeza de Dios. Señala que Dios es totalmente simple y, sin embargo, en Él están todas las cosas o, sin perder su unidad, tiene todas las propiedades en grado máximo. La sabiduría es totalmente buena. Se nos dice con una comparación hermosa: “es más bella que el sol y que todas las constelaciones; comparada a la luz del día sale ganando, pues a éste le releva la noche, mientras que a la sabiduría no le puede el mal”.

Pero no sólo se pondera su grandeza sino que se nos dice que es “amigo del hombre”.Por eso nuestra contemplación no es sólo intelectual, desbordada por la inmensidad de Dios, sino también afectiva. Vemos a un Dios grande, sublime, infinito y eterno, que además nos ama. Su amor hace refulgir todas las demás propiedades, que de hecho sólo distinguimos nosotros porque en Dios no hay composición. Y esa Sabiduría interviene en nuestra historia renovando el universo y “entrando en las almas buenas de cada época, va haciendo amigos de Dios y profetas”.

Hoy se nos invita a mirar a Dios y alabarlo por su grandeza y su bondad. Se nos indica también que hemos de darnos cuenta de que Dios no está lejos de nosotros sino que por su amor se hace cercano. Su bondad se nos comunica y nos hace buenos. Su belleza nos la transmite y nos hace participar de su amor.