Muchas veces nos hemos acostumbrado a no cumplir. Desde que se inventó el “es que…” hemos comenzado a inventar excusas y excusas. Yo podría decir que si este comentario no ha salido temprano “es que ayer tuve un día de mucho trabajo”, “es que he cogido la gripe A y no veo las teclas”, “es que se me ha roto el ordenador”, “es que…” La verdad es simple: intenté instalar unos drivers en el ordenador, me lío, no me salió y a partir de las 23:00 ya no me da la gana tocar el ordenador (podía haberlo hecho antes, pero tuve que poner una película de dibujos en el ordenador a una niña que llegaron tarde a recoger de catequesis). Los “es que” ocultan en el fondo un “no me da la gana”. Cuando algo no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Pero cuando hay que justificarse suele ser que no hemos querido hacer algo. Como tenemos la manía de hacer a Dios semejante a los hombres -y no hacernos semejantes a Dios -, creemos que Dios también tiene excusas. “Es que Dios tenía que haber hecho esto, o lo otro, o darme esta gracia, o quitarme este vicio,…” pero no es culpa nuestra, es de Dios.
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.» ¿Por qué no es más claro Dios? Podía haber nacido Juan Bautista con un tatuaje en la frente que dijese “Yo soy Elías”, y Jesús con otro que dijese “Made in Mesías”. Pero no. Dios no hace falta que se justifique pues Dios siempre cumple su palabra. Nosotros dudamos, pero Él cumple. En ocasiones pedimos a Dios que nos explique el por qué de una enfermedad, de un revés en la vida, de una muerte, de una situación que consideramos complicada. Le gritamos a Dios “¿Por qué?” y esperamos que Él nos conteste: “Es que….”.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esa es la promesa de Dios. Piensas que esa enfermedad, ese revés, esa situación, incluso tu muerte, obstaculiza la salvación que Dios te ofrece. ¿No será más bien que en la debilidad se muestra la fortaleza y misericordia de Dios? Tal vez eran tus planes los que impedían o retrasaban tu encuentro con Cristo. Seguías esperando a tu Elias, ese que te resulta cómodo, y no aquel que era “un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria? Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo.” De Elías se rieron muchas veces sus contemporáneos, preferían a los sacerdotes de Baal, eran más complacientes. Pero Elías mostraba el poder de Dios.
No nos pongamos excusas diciendo que si no estamos más cerca de Dios es que no tenemos salud, fortuna o amor. No, Dios está siempre cumpliendo sus promesas en nosotros, a cada uno nos toca acogerlas.
La Virgen María tenía la certeza de que Dios siempre cumple sus promesas, aunque el modo sea misterioso y no lo entendamos. Por eso no pone excusas, sólo dice: ¡Hágase!. Confiemos nosotros igual, de su mano no hay dudas.