A estas horas no tengo ni idea de cómo está el operado de las piedras en el riñón, espero que vaya bien. A seguir encomendando. Pero lo que me ha evocado las lecturas de hoy al rezarlas un rato ha sido otra cosa. Hace unos 25 años que estoy inmerso en el mundo clerical (de seminarista y de sacerdote), y desde hace más de un cuarto de siglo (el tema ya era viejo cuando llegué), se lanza a la cara de la Iglesia el tema de los pobres. Digo “el tema” porque he visto con estos ojos que se va a comer la tierra que los pobres no suelen ser personas, sino “un tema”, que les gusta especialmente a los más ricos, o los más acomodados y aburguesados o a los más vagos. Es un juicio un tanto duro, pero no juzgo a las personas sino las actitudes que demuestran. Tan duro es mi juicio para los sacerdotes (que haberlos los hay), que huyen de los pobres como de la peste, y los miran con desconfianza detrás de sus lecturas clericales. Lo cierto es que mirando a unos y a otros los pobres se han convertido en un balón arrojadizo a la cara de unos y de otros, y especialmente a la cabeza de la jerarquía. Me imagino que yo estaré a veces en un lado, a veces en otro, a veces en ninguno, pero gracias a Dios tengo amigos ricos, pobres, católicos, cristianos evangélicos, ortodoxos, musulmanes y ateos confesos (además de una pléyade (sin ser famosos), de pasotas en lo tocante a religión. Cada uno es una persona y mi ilusión sería que se acercasen un poco más a Cristo 8o le conociesen) y fuesen felices.
“Así dice el Señor: «¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No obedeció ni escarmentó, no aceptaba la instrucción, no confiaba en el Señor, no se acercaba a su Dios. Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para que le sirvan unánimes.” En ocasiones se hace como incompatible la misión caritativa y la misión evangelizadora, cuando van muy de la mano. Si yo me acerco a una persona necesitada no lo hago por mis recursos, por mi valía, ni tan siquiera por mi opción personal. Lo hago porque es hijo de Dios, aunque él no se haya dado cuenta. Muchas veces no podré ofrecerle nada, excepto la fe, y así pueda invocar el nombre del Señor. Otras veces podré darle casa, trabajo o vestido, apoyo o que me llore en el hombro (así lo hacía un gitano cristiano evangélico hace dos días), y se lo daré porque es hijo de Dios, hijo queridísimo de Dios.
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. » Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» ¿Qué es lo que quiere el Padre? ¿Que nunca nadie pase hambre? (seguro, pero el egoísmo de los hombres no lo hace posible), o ¿que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad? (también seguro, y también es el egoísmo de los hombres los que no lo hacen posible, aunque Dios pone todos los medios). Cada vez que leo o escucho a alguien que se considera el salvador de los pobres (y de paso le da una patada a la Iglesia), creo que le está quitando el sitio a Cristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. Servir a los pobres me parece fundamental en la vida del cristiano, pero sin protagonismo ni ideologías, y siempre desde la fe y en la Iglesia. Salvador sólo es Jesucristo, el resto de salvadores sólo son caricaturas y birriosas además. Comprendo que hay mucha gente que escribe mucho sobre el tema, e incluso hace alguna cosilla (casi siempre con una subvención) y me dirá ¿y tú qué haces?. Y yo le contestaré “ Y a ti ¿qué te importa?” Lo que yo hago Dios lo sabe, sé que es poco, pero es lo que puedo. Si cada uno hiciéramos lo que Dios nos pide, aunque sólo sea un poco, el mundo sería mejor.
«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñandoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.» Tal vez sea de las frase más duras del Evangelio, no me gustaría tener que oírlas en directo.
Pobres pobres, pero puestos en los brazos de la Virgen pobre que tenía el mayor tesoro del mundo en su regazo uno se siente menos pobre y se sabe, al menos, querido por Dios. No hagamos de las personas pobres un tema, sino que las miremos y cuidemos como hijos de Dios, como hermanos.