Hoy es un día triste para España (otro más). Ayer se aprobó en el Congreso el aborto libre las primeras catorce semanas. Me gusta la coherencia, que las personas hagan lo que creen y si no creen nada, mejor que no hagan nada. Solamente les pido a mis gobernantes que no me feliciten la Navidad (la Navidad es un nacimiento y para ellos un nacimiento es un disgusto, un problema, un ataque a la mujer); que no me deseen ni felices fiestas ni unos días de alegría (su alegría parece que se la provoca la muerte de otros). Quisiera que fuesen a trabajar el día 25, ya que para ellos la noticia del Evangelio será “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz… un cadáver.” Si quieren juntarse a emborracharse con sus amigos, amantes o mancebos que lo hagan el día 28 y brinden por Herodes y toda su familia. Que sean coherentes y no deseen para otros lo que no quieren para ellos. Que el día de Navidad miren a la cara de sus hijos (los que los tengan) y mientras les dan un beso de buenos días les digan: “Por mi, no hubieras nacido”. Podrían acabar la cumbre sobre el cambio climático con el manifiesto que vamos a dejar una tierra mejor al viento y a las cucarachas. No, que no se acerquen los que han votado esa ley y se declaran católicos a besar la imagen de Dios hecho niño, pues ellos sólo desean a los niños un infierno, quieren que los vientres se queden estériles, que los pechos no amamanten, que la tierra quede baldía. No, que no me feliciten esos señores, que no celebren nada. Brindaremos el uno de enero no por el nuevo año, sino porque estamos vivos. No, mejor que no me feliciten, no quiero sus deseos pues veo sus realidades.
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.” Ayer públicamente repudiaron de sus hijos. Pero de ellos no es el futuro. La cultura de la muerte lleva inscrita en su pecho eso mismo: La muerte. Cuando sólo quedan unos días para celebrar el nacimiento de Cristo, cuando seguimos esperando anhelosos que vuelva el “Señor nuestra justicia”, sabemos que el futuro es de los justos, no de los que promulgan leyes injustas y asesinas. Puede parecer que triunfan loso injustos, siempre han sido así, pero los hechos darán la razón a la sabiduría de Dios. No pasarán a la historia pues no les recordarán sus hijos. Pero los justos, hay muchos, llevan en sus entrañas el germen de la vida. No creo que yo sea de los justos, pero de los muchos que hay es suyo el futuro: “«Mirad que llegan días -oráculo del Señor -en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: «EI-Señor-nuestra-justicia».” La justicia estará con las familias generosas, con las madres entregadas, con los niños desvalidos pero queridos, en definitiva, con los pobres.
Hoy en Madrid y en Getafe celebramos Nuestra Señora de la Esperanza, a ella confiamos a tantos niños que no llegan a nacer, ponemos en sus manos España y toda nuestra vida y a nuestras familias. Y el día 27 de diciembre nos vemos en la Plaza de Lima de Madrid para rezar todos juntos por las familias. Por cierto, yo a ellos sí les felicito la Navidad, pues Cristo nace para traer la salvación a todos, especialmente a los pecadores.