Mientras en España nos anuncian que ya se puede abortar un nacimiento, en las lecturas de hoy nos anuncian dos: Sansón y Juan Bautista. Si ayer comentábamos sobre los que no aman los nacimientos, hoy nos fijaremos en Dios (y en los que son de Dios), que ama la vida. Anteayer hablaba con un chaval enganchado a la cocaína (aunque hace un par de meses que no se pone), y que miraba la vida con miedo. Le asustaba salir a la calle y volver otra vez a su antigua vida, a hacer las burradas que había hecho cuando estaba puesto. Entonces nos pusimos a hablar de la vida, de l hermosa que es y lo maravillosa que puede ser. No creo que en estos casos (ni en casi ninguno), el recurso sea el hacer ver el mal que se hace, sino el bien que se pierde. Fuimos recorriendo poco a poco cosas estupendas que ya tenía, planes de futuro perfectamente realizables, pequeñas cosas que -puestos o no puestos-, muchas veces nos pasan desapercibidas. Entonces se tienen ganas de vivir, cuando te vas dando cuenta que no eres producto de la marginación, ni del ambiente ni de las estructuras sociales; sino que eres hijo de Dios, y Dios te quiere bien. Te quiere cuando estás de coca hasta las orejas y cuando lavas el trasero a un ancianito, lo que pasa es que a veces no somos demasiado conscientes. Pero cuando te das cuenta que puedes contar con la compañía incondicional de Dios, entonces puedes afrontar la vida, tengas los problemas que tengas.
“En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: – «Eres estéril y no has tenido hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo.” “Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: – «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan”. Dos parejas estériles ¡un disgusto en el pueblo de Israel!. Los protagonistas en la Biblia son los hijos, así que vamos a dedicar el comentario a los padres. Manoj y su mujer, Zacarías e Isabel, pensaban que Dios se había olvidado de ellos. Ser olvidado es peor que ser castigado, todavía le que te pega tiene un contacto físico contigo. Pero el olvidado es el que se siente casi despreciado, abandonado, el que sabe que Dios existe pero no para él. Son, como el chaval de la coca, los que se resignan a no ser felices. No se entregan a placeres desenfrenados y maldades de corazón porque saben que Dios juzgará su vida; pero tampoco se acercan más a Dios porque no se han encontrado nunca con Él: rezar sin sentir nada, son cumplidores pero no amantes, muchas veces son heroicos, pero no apasionados. Se sienten poca cosa comparados con los demás, otros parecen tener una vida espiritual más intensa, una actividad más frenética, una caridad más ardiente …, en definitiva, parece que los demás están más cerca de Dios que nosotros, que hacemos lo que podemos. Sin embargo, no te engañes: ¡Tú eres el preferido de Dios!. Dios ama cada aspecto, por intrascendente que te parezca, de tu vida. Dios sí tiene pasión por ti. Si nos concede una vida sin sentimientos, estigmas, apariciones y locuciones privadas es porque ama nuestra vida como es. Yendo a tu trabajo, cuidando a tus hijos, comprendo los regalos de Navidad, viendo una película tumbado en el sillón del salón o tomándote una Pepsi con los amigos, cuando Dios te ve se le cae la baba. Cuando te pones delante del Sagrario e intentas dar pasitos en la vida espiritual, a pesar de que te caigas cada rato, a veces gatees o estés firmemente aferrado a un libro, Dios disfruta viéndote dar pasos de niño. Cuando te despistas en Misa con la señora que está desenvolviendo un caramelo (¿Por qué harán tanto ruido los papeles de los caramelos?), cuando no te acuerdas de las lecturas que se han proclamado hace dos minutos, cuando vuelves de comulgar y ya estás mirando el reloj pensando en lo que tienes que hacer después; Dios no se despista de que estás ahí. Si te parece que Dios no te da nada, que te tiene abandonado, es porque ya te lo ha dado todo, no lo dudes.
En ocasiones pensamos que cuando vayamos a morir veremos nuestra vida y todos nuestros pecados pasarán como en una película ante nuestros ojos. Tal vez, pero también pasará todo lo que Dios ha hecho en nuestra vida y tal vez nos cueste reconocernos, nos quedaremos mudos como Zacarías.
¿Cómo iba a pensar la Virgen que Dios la había olvidado cuando tenía que ir de un sitio a otro, si lo llevaba en brazos? Tú lo llevas en tu alma, no dudes que estás haciendo cosas grandes, tu vida no es estéril, por la misericordia de Dios es muy fecunda. Vamos hoy a darle gracias.