Hace mucho que no hablo de la parroquia. El proyecto sigue en marcha, estamos pidiendo permisos y cuando podamos afrontar el crédito empezaremos a construir. Las cosas van muy rápidas o muy lentas, según se mire. Va a hacer un año que entramos en la estructura modular (vulgo: barracón), y hoy han venido a hacer la canalización para el alcantarillado. Así que tengo una máquina excavadora al lado de la ventana y todo tiembla: el ordenador, la mesa, los cristales, las paredes, mi cabeza. Me haría falta una aspirina. no creo que la aspirina quite el dolor de cabeza, pero mientras vas a comprarla te alejas del ruido. No suelo tomar medicinas (excepto para la tensión y el colesterol, que uno ya va para viejo), pero conozco a muchos que son adictos a todo tipo de píldoras, cápsulas, sobrecitos y ungüentos (no conozco a nadie adicto a los supositorios, pero seguro que existir, existen). Algunos podrían hacer la carrera de farmacia con muy poquito esfuerzo. En cuanto les dices que te duele algo o estás cansado te recomiendan algún producto de la farmacopea. Están siempre tomando cosas y claro, ya no les hacen efecto.Vamos con el Evangelio que es lo nuestro.
“Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: -«Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»” Ojalá existiese un “vademecum” para confesores en el que cada acto tuviese su penitencia y la solución al problema. Pero cada persona es cada persona, no existe la aspirina espiritual que nos libre de los males, cada uno de los males y pecados de cada persona es personal, por eso son tan importantes cada uno de nuestros problemas. De poco vale pensar que hay gente que está peor (lo que es objetivamente cierto casi siempre), “mi” problema es “mi” problema y por eso es el más importante. Quisiéramos que el sacerdote nos diese una receta mágica, “haz esto” y ya está, pero eso no siempre funciona. Así las cosas muchos prefieren ir al psicólogo o al psiquiatra (en ocasiones necesario), para saber qué tomar o tener un claro “diagnóstico”.
“-« ¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.» Y añadió: -«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»” El Señor no está aquí proclamando la anarquía o la indiferencia moral. Jesús sabe que el pecado nace en el corazón del hombre. Lo que es pecado, es pecado y sólo puede sanarse acercándose al que es la fuente de la salud: Jesucristo. Para algunos será un camino muy largo y costoso, para otros simplemente girar la cabeza y cambiar el corazón, depende dónde estemos cada uno. Por eso no hay recetas ni fórmulas mágicas, el bálsamo de Fierabrás es Jesucristo y, aunque Él está siempre cerca nuestra, a nosotros nos cuesta en ocasiones descubrirlo. Pero cuando nos encontramos con Cristo entonces encontramos la paz, no juzgamos a nadie por sus formas y mucho menos lo pre-juzgamos. sabemos que todos tenemos la posibilidad de recorrer ese camino. Por eso tampoco hay ninguna fórmula mágica para el ecumenismo, sino buscar, amar y servir a la verdad y así encontraremos a Cristo.
María, Madre de la Iglesia, nos ayude a dar cada día pasos de unidad y tomar el camino de la conversión. Me voy por una aspirina.