Ya son las tres de la mañana y estamos tres y Dios en la parroquia. Bastantes y con Él más que suficiente. Estas noches de los viernes en que se queda la parroquia abierta da tiempo para mucho: pedir, rezar, alabar, dar gracias, contemplar, medio dormirse y escribir.
“En la Cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplir lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.” Sin duda unas palabras fuertes del Señor, que no podemos dejar pasar por alto. En este tiempo en que hay tantos canales de información (o de adoctrinamiento, según cuál se mire), en cuanto un sacerdote mete la pata se gana una portada. Es cierto que ha habido (y habrá), sacerdotes indignos, obispos recalcitrantes, fundadores desquiciados y lo que te rondaré morena. Me viene a la cabeza las palabras del actual Papa cuando preparó las meditaciones para las estaciones del vía crucis en el Coliseo el año 2005. Nos decía l entonces cardenal en la novena estación: “¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).” Palabras duras pero ciertas. ¿Qué hacer? “Lavaos, puricaos, apartar de mí vuestras malas acciones. Cesad de obrar el mal y aprended a obrar el bien” Hace falta mucha oración por los sacerdotes en esta cuaresma del año sacerdotal. Si los Obispos tienen que ser muy diligentes y severos ante cualquier desviación del sacerdote, es también cierto que nos tiene que “doler la Iglesia” y renovar nuestra oración y mortificación por los sacerdotes, especialmente por los que lo pasan mal.
Sin embargo hay muchos más sacerdotes bueno que malos: celosos, entregados, piadosos, caritativos, apostólicos. Un buen sacerdote hace mucho bien, uno malo mucho mal. Por eso esta cuaresma os ruego que pidáis por los sacerdotes. Hoy estaré de ejercicios espirituales y rezaré por todos los lectores de estos comentarios. Rezad vosotros por vuestros pastores, por vuestro párroco y Obispo, sea como sea. Rezar por el Papa y sus colaboradores. Rezad y sonreirnos.
María, madre de los sacerdotes, ruega por nosotros.