Estamos celebrando las primeras confesiones de los niños de catequesis en la parroquia. Este día los niños celebran por primera vez esta sacramento y aunque intentamos que los padres lo celebren por tercera o cuarta vez en la vida, se resisten. A los niños de catequesis les hemos dado unas huchas para que ahorren para la construcción de la parroquia. El otro día me mandaron a una niña al despacho por hablar en catequesis (ya se sabe, las niñas hablan mucho, los niños más). Como no sabía yo que hacer con esa criatura en el despacho empecé a preguntarle: “¿Cómo llevas la hucha?” “Pues mi madre no me deja echar nada, yo quiero, pero me lo ha prohibido” “¿Y vienes a Misa los domingos?” “Mis padres no quieren, dicen que es una tontería, pero a veces vengo cuando están mis abuelos o cuando vamos al pueblo de mi madre” “Pues nada hija, vuelve a catequesis que falta te hará”. Siempre me ha costado entender a esos padres incoherentes que bautizan a sus hijos y contestan que saben que tienen que educar a su hijo en la fe, y lo traen tres años a catequesis y nunca jamás pisan una Iglesia, parece que les sale sarpullido ante la cruz. Son muy libres de hacer lo que quieran (preferiría que no se riesen de Dios, de la Iglesia ni del cura, pero Jesús aguantó las burlas de todos), pero desde luego con personas como estas así nos luce el pelo.
«Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces.» Ninguna guerra civil, ningún reino dividido trae nada bueno. Es más trae mucho malo. Por eso los enemigos de la Iglesia se empeñan en dividirla: Progres y carcas, buenos y malos, ortodoxos y heterodoxos, piramidales y populares, jerárquicos y de base. Cada uno pone su apelativo para dividir la Iglesia. Pero se les olvida algo.
La Iglesia no es simplemente una organización social como muchos se empeñan en hacernos creer. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo vivo y actuante en medio del mundo. A muchos habrá que decirles como Jeremías: “Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. La sinceridad se ha perdido, se la han arrancado de la boca.” Pero no dejan de ser miembros del cuerpo de Cristo y hasta el final de sus días en esta tierra podrán volver. Nos encontraremos católicos incoherentes, renegados, absurdos, incluso enemigos de Cristo…., pero son también la Iglesia. Hay quien prefiere situarse fuera, excluirse, rechazarla…., pero siempre podrá volver. En la Iglesia siempre hay sitio para la misericordia, pese a quien pese, adherirse a ella o rechazarla ya es problema de cada uno.
Que amemos la Iglesia, que nunca sembremos división o malquerencia. A pesar de nuestros pecados o de los pecados de quien sea la Iglesia es de Cristo. Que Santa María Madre de la Iglesia nos bendiga, acompañe y guíe y nos ayude en estos tiempos difíciles (y a ver si la niña echa unos centimillos en la hucha)