La figura de san José emerge cada vez con mayor fuerza en la vida de la Iglesia. Hay un hecho anecdótico pero significativo. Si durante mucho tiempo se lo representaba de edad avanzada, ahora son muchos quienes lo imaginan joven. Personalmente comparto esa visión, tanto por su misión junto a la Virgen y en orden a Jesucristo como por lo que significa, por ejemplo, respecto a la castidad, que queda mejor significada como donación total de José en la virginidad vivida junto a su esposa.

Por otra parte, atendiendo al evangelio de hoy, podemos fijarnos en como san José no intenta, para nada, interferir en el plan de Dios. Es absolutamente respetuoso con el misterio y se coloca en la misma línea de la Virgen que respondió al ángel “hágase en mí según tu palabra”. En san José no hay planes que queden al margen del plan de Dios. Por eso algunos autores se fijan en que el Patriarca siempre descansa tranquilo y, por ello, el señor se le revela siempre en sueños. Si no intenta controlar ni violentar la voluntad divina tampoco vive angustiado por lo que pueda suceder. Por eso descansa y es para nosotros como un signo de hasta dónde debe llegar nuestra confianza en el Señor aunque los acontecimientos nos sorprendan continuamente. En san José no hay ni temeridad ni dejación sino una prudencia santa que le viene de las grandes gracias que ha recibido.

Son muchas cosas las que pueden decirse de este santo. Extraordinariamente me atrevo a recomendar tres libros de los últimos años que tratan sobre su figura (André Doze, José, sombra del Padre, Francisco Canals, San José en la fe de la Iglesia y Alonso Gómez Fernández, Tras las huellas de José). Lo hago desde el convencimiento de la importancia de profundizar en quien cuidó en la tierra del Hijo de Dios y es venerado como protector de la Iglesia. En él encontramos refugio si nos vemos turbados espiritualmente y también consejo para vivir fielmente nuestra vocación. San José protege de la imaginación, “la loca de la casa” que decía santa Teresa y que causa tantos trastornos espirituales cuando se desboca. También el artesano de Nazaret nos ayuda a vivir con un corazón puro y humilde, que es el mejor dispuesto para recibir, comprender y secundar las mociones divinas, y nos aleja de la tentación de convertir la historia de la salvación en una epopeya personal.

El josefólogo Francisco Canals me decía insistentemente que todo iría mejor si acudiéramos con mayor frecuencia y confianza a San José. La experiencia me confirma la verdad de esa recomendación. Él es el varón justo por quien llegó a Jesús el título de Hijo de David cumpliéndose así lo que Dios había prometido a su pueblo. También por su intercesión nos llegará a nosotros la promesa de salvación que Dios nos hace y que nos lleva a vivir ya en este mundo según su designio.