Todo ocurrió conforme al designio previsto y sancionado por Dios, tal como él mismo nos lo enseña en su Escritura. Mas no era posible que la muerte lo retuviera. Y Dios rompió sus ataduras, resucitando a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ellos, entonces. Nosotros, ahora. Mas, cuidado, no lo podremos ser en verdad mientras no hayamos visto de modo entrecortado y tembloroso a este Jesús clavado en la cruz y, luego, llevado por otros al sepulcro, para por fin, oír a las mujeres que no está donde lo dejaron tras el descolgamiento. Pero ahora ya nos está ocurriendo como a Pedro y los demás: somos otros, nuestro ser es otro, pues, cobijándonos en él, vivimos en-esperanza. Protégeme Dios mío que me refugio en ti. Mi carne descansa serena porque ya no me entregarás a la muerte. Lo que es oración de Jesús es oración mía, nuestra. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Mi ser es otro.
¡Dios mío, qué carreras, qué idas y venidas! Los evangelios de este largo día de Pascua, pues dura toda la octava, nos las van describiendo. Y la iniciativa está siempre en el grupo de mujeres que acompañaba a Jesús, y que permanecieron junto a la cruz, donde estaba María, su madre. Jesús les sale al encuentro y les dice la palabra justa: Alegraos. Quien habéis visto muerto está vivo, porque Dios su Padre lo ha resucitado. Ha vencido al pecado y a la muerte. La muerte huye, ya va malherida. Se nos ofrece la vida. Vida de eternidad. Porque vivimos en-esperanza un nuevo modo de ser. Corred a mis hermanos y anunciadles lo que os digo, que vayan a Galilea, allí me verán. Todo comenzó en Galilea; todo va destinado al más allá de Jerusalén que es la Galilea de los Gentiles.
El Engañador ve perdida su partida, pues parece que todo, tan bien hilado desde el mismo comienzo, se le tambalea. Cuidado, pues, pongamos atención, grita, que es momento de máximo peligro, porque quien vive ya en-esperanza es habitante del cielo. Así, ese Jesús nos habría ganado la partida. Que corran algunos de la guardia, la que debía vigilar la sepultura, y cuenten lo acontecido. No, no, os daremos una fuerte suma, decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais, y no os preocupéis que nada os ha de pasar. El evangelio de Mateo nos dice que esta es la historia que se ha ido difundiendo entre los que no aceptan a Jesús. Hasta hoy. Explicadlo como queráis, sigue diciendo el Engañador, pero que parezca claro a todos que hay una elucidación plausible de la desaparición de ese cuerpo del lugar donde lo dejaron. Que quede claro, pues, cómo la única narración no aceptable es la de que fuera levantado en su carne hasta el seno de la Trinidad Santísima. No, eso no, la gente guapa y mandante no puede aceptar este chisme. Porque, si así fuera, viviríamos ya en-esperanza ese nuevo ser que se nos dona con aquello que realizó por nosotros y para nosotros, su muerte y resurrección, en donde por gracia, sola gracia, se nos da un ser nuevo. Y se nos da en un en-esperanza que es ya pura realidad para nosotros, y a nuestro través, de Iglesia, para todos. Cuidado, pues, con el Engañador de la gente guapa que tanta capacidad de persuasión convoca.