Aunque quedan unos meses (espero que no demasiados), para que empecemos la construcción del templo parroquial ya estamos buscando el lugar donde trasladarnos. Barajamos distintas opciones y seguramente escojamos la más barata que no está el tiempo para tirar cohetes. Hemos preguntado a algunas empresas, grandes empresas, que tienen locales cerca de la parroquia. Tengo la manía de pensar que los demás piensan como yo, es decir, que si se puede hacer algo por alguien se hace y ya está. Me voy dando cuenta que no es así. Todos te hablan de la crisis, de lo cerca que están de alquilar los locales, y después te lanzan la puntilla de que si les adjudicas la construcción de la parroquia se podrá hacer algo. Se comprueba que una cosa es la caridad y otra los negocios. Parece que vivimos en una sociedad estanca, donde no hay relación entre vida, negocios, caridad, dinero, intereses y fe personal. Cada cosa está tan en su sitio que si oyes que algo ladra sólo puedes colegir que se trata de un perro.
“En aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Sanedrín, y el sumo sacerdote les interrogó: -«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles replicaron: – «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero.»” Hoy consideraríamos lo más natural que los apóstoles quisieran salvar su vida. Acababan de salir milagrosamente de la cárcel y no podían esperar que todos los días estuviesen los ángeles haciendo de cerrajeros para abrirles las puertas. Podían haber hecho un grupito cerrado con el hobby de rezar a Jesús, pero no es así, anuncian la verdad, aunque exasperen a todo el Sanedrín. Y es que “El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio”. Hoy muchos, ya sean políticos, empresarios, sindicalistas, trabajadores de la construcción, fontaneros, funcionarios, teólogos e incluso religiosos (póngase todo en femenino para no ofender a nadie), que viven por un lado su fe y por otro su vida. Así se va guardando cada vez más la vida y va menguando la fe. El que viene de lo alto ya no está por encima de todo sino debajo del felpudo de la Iglesia (cuando se acude a ella). Poco a poco, o muy rápidamente, se van desmarcando de la Iglesia, haciendo su propia iglesia: populista, vociferante, bloguera y crítica, pero muy lejos de Dios.
Si algo que ladra suele ser un perro no tendríamos que tener miedo a decir que quien suelta por su boca o por su pluma palabras contra el Papa, el Magisterio, la moral y el Evangelio suele estar fuera de la Iglesia, habitualmente por propia decisión. Y quien se sitúa fuera no tiene que dar lecciones de lo que no vive, y mucho menos querer que todos piensen como él. Son muy pesaditos, me recuerdan aquella frase de no sé quién que decía que lo que más le molestaba de los ateos es que no paraban de hablar de Dios.
La Iglesia no es perfecta (yo estoy en ella), pero desde luego nunca me apuntaría a la pequeña reunión de algunos que la desprecian desde su “justicia” y se olvidan de la misericordia.
La Virgen nos ayudará a descubrir que no todas las voces son iguales, que hay quien no quiere la luz de Dios y rechaza a la Iglesia, y nos anime a pedir cada día para que puedan volver a vivir en la gran familia de los hijos de Dios. Y es que ladrar, ladrar, ladran los perros.