Lento, pero espero que inexorablemente, se acerca el momento de adjudicar la construcción del nuevo templo a alguna empresa. Todavía quedan unos meses, pero se va corriendo la voz. También saben que para poder empezar la obra tenemos que quitar el barracón parroquial de su actual situación. Entonces te ofrecen locales, alternativas, propuestas… si les concedes la obra. Por supuesto no vamos a cambiar la construcción por un palto de lentejas, tendrán que dar la mejor oferta. Cuando les dices que ya que disponen de un local o de otra posibilidad por qué no te la dejan gratuitamente, por hacer un favor, empiezan a silbar “World Hold On” de Bob Sinclar mietras miran a otro lado. Según su entender hacen bien (silban mal), pues lo suyo es ganar dinero no hacer favores. Vivimos en un mundo en que lo gratuito se desprecia y se desconfía de él. Un psiquiatra me decía: “Yo tengo que cobrar por todos los trabajos que hago pues si no no se lo toman en serio y no siguen el tratamiento.” Será verdad pues parece que no se nos mete en la cabeza el hacer algo por nada, por lo menos pensaremos: “Algo buscará”. Una lástima.
«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: – «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: – «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.» Dios es gratuito, es gratuidad. Sólo pide la fe, el resto vendrá solo. A muchos les cuesta creerlo. ¿Qué ganas por anunciar el Evangelio? ¿Por entregar tu vida a Dios? ¿Qué sacas de todo esto?. La respuesta es fácil: nada. No se busca satisfacción, ni realización personal, ni pasar a la posteridad ni el aplauso o el insulto del personal. Cuando unos padres educan en la fe a sus hijos no buscan nada, no hay que pretender tan siquiera que sea mejor, solamente buscan mostrarle a su Padre Dios. Ya se acerca el tiempo en que se habla de las primeras comuniones, de los gastos que conllevan e incluso se habla de las celebraciones que se han pospuesto por la crisis económica. Ojalá esos padres y esos niños cayeran en la cuenta de lo que es la gratuidad. Recibir a Cristo Eucaristía es gratuidad. El resto está bien, es un buen deseo querer celebrarlo con la familia, pero es superfluo, no es ni tan siquiera un poco importante. Y la gratuidad se extiende a todos los demás rincones de nuestra vida: hacer oración, celebrar la eucaristía, vivir la caridad hasta que demos lo necesario, dar nuestro tiempo a quien lo necesita, cuidar a la familia, trabajar honrada y eficazmente,… todo eso es gratuito. No hay que buscar nada. Ni ganarse el favor de Dios, ni aprobar una oposición, ni tan siquiera ir al cielo, solamente buscamos creer en el que él ha enviado y que eso se haga vida.
Esteban está apunto de morir por confesar al hijo del Hombre, por hablar de Jesús de Nazaret, y sabe que su sabiduría es prestada, también es gratuita. El que conoce la gratuidad no busca compensaciones, ni se decepciona ni tira la toalla.
Si alguien puede darnos lecciones de gratuidad es nuestra madre la Virgen: “Hágase” y ya está. Vayamos a su escuela para aprender a dar, a darnos, sin esperar nada más.