Es una pregunta típica: ¿Eres creyente? Y hay una respuesta típica: Por supuesto. Luego se pueden añadir un montón de coletillas: “a mi manera”, “más que otros”, “algo tiene que haber”, etc. Luego viene la segunda pregunta: ¿Vas a Misa?, a lo que ya se da un montón de respuestas: “Antes sí, ahora no”, “En actos importantes”, “Cuando lo siento”, “No creo que sea importante” e incluso alguna vez un tímido “Si”. Es curiosos como se ha desvinculado la fe de la vida. A efectos prácticos da lo mismo creer en Dios que en el poder polinizador de las luciérnagas, para la vida no afecta nada. de vez en cuando ver un documental sobre las luciérnagas puede estar entretenido, como ir a alguna boda, algún bautizo e incluso a ver qué se dice de un difunto. Pero estoy convencido que nadie (bueno, nunca se puede decir nadie que siempre hay alguien rarito), nadie se abonaría al “canal luciérnaga”. 24 apasionantes horas sobre la luciérnaga, su habitáculo, alimentación, reproducción, el lenguaje de las mismas y cómo se ponen las pilas. Algo así pasa con la fe, el que cree y la fe llena su vida se ha convertido en el rarito, en el chico/chica documental, un extravagante, una curiosidad de museo. Estoy convencido que, en nombre de la libertad de expresión, volverían más la vista por la calle si se encontrasen con un joven con el rosario en la mano que con el campeón mundial de crestas de colores y piercings en el párpado. Así somos… ¡qué le vamos a hacer!.
“Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.” No sólo hay que escuchar, hay que aprender e ir a Cristo. Mucha gente ha escuchado, pero no ha aprendido nada. En este momento entra una jauría de niños de catequesis que, tras un año viniendo, entran y se comportan en el templo como las tan queridas luciérnagas dándose de mamporros contra un cristal. Aprender significa ir descubriendo en nuestra vida la centralidad de Dios, que da sentido a todo lo que hacemos, impregna todos nuestros actos y pensamientos y plenifica no sólo lo que hacemos, sino quienes somos. Si tuviéramos fe como un grano de mostaza….. Desgraciadamente en el mundo hay muchos que actúan como cristianos, pero no se acaban de creer que son hijos de Dios en si Hijo Jesucristo.
“«-Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?» Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste- «Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos.» El eunuco le preguntó a Felipe: – «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?» Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús.” ¡Qué importante es que guiemos a otros! ¡Qué importante es que nos dejemos guiar!. Muchas veces nos sale ese puntito de soberbia en el que pensamos que nosotros solos podemos, que esto es cosa de Dios y yo. Entonces la Iglesia, los sacramentos e incluso la oración se desdibujan y Dios queda hecho una caricatura. Dejarnos guiar no es dejar que nos controlen como una marioneta sino dejar que nos recuerden y nos hagan ver el amor de Dios en nuestra vida, su asombrosa misericordia, nuestra cercanía con Él y la cercanía que tiene con nosotros. Entonces, poco a poco, nos vamos convirtiendo en verdaderos creyentes y Dios está presente en toda nuestra vida. El centro: la Eucaristía. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
María es modelo de cada uno de los creyentes pues en ella lo que creemos se hace vida en su vida. Que ella nos enseñe a ser mejores y mayores creyentes.